7 de agosto de 2017

La casa en la nieve

El gruñido ahogado la despertó en mitad de la noche, sacándola al instante de lo que fuera que estaba soñando. Cuando abrió al máximo la llave de la lámpara de gas junto a su cama para iluminar el camarote por completo, comprobó con un gesto de disgusto que su sospecha era cierta. Elevó los ojos al cielo y espetó con un siseo, no queriendo subir mucho la voz:

-¿Te parece apropiado? ¿Colarte en la habitación de una dama en mitad de la noche?

-¡No es lo que parece, Helga! - El muchacho se apresuró a responder, pero su principal preocupación era, evidentemenre, sujetarse el pie derecho desnudo con la mano izquierda mientras se apoyaba en el mueble contra el que lo había golpeado en la oscuridad. Su rostro afeitado y teñido por el sol de los últimos meses era una máscara de dolor. - Tenía que volver a verlo…

-¿Y no podías esperarte a mañana cuando lleguemos a puerto, Kass? - Resopló, colocando el camisón en su sitio antes de sacar los pies de la cama y buscar las zapatillas acolchadas. Echó a andar en dirección al sinfonier anclado al suelo y a la pared para que el movimiento del barco no le afectara.

-¡No! No he podido dejar de pensar en esa cosa desde que la encontramos…

-La encontré yo, no te olvides. - Le dedicó una mirada con la que le desafiaba a llevarle la contraria de nuevo. Señaló al pie magullado. - ¿Estás bien?

-Lo sé, lo sé, lo siento. Y perdona por colarme, ¿vale? - Volvió a apoyar la planta e intentó recuperar la compostura, pero no logró ocultar del todo que seguía doliéndole. - No te preocupes, sobreviviré.

-A menos que se te ocurra entrar en mi habitación de noche nuevamente. - Le lanzó un gesto de advertencia muy breve pero explícito con un puño cerrado ante sus narices. - ¿Qué es lo que buscabas, la llave?

-Sí, la tienes tú, ¿no? - Se volvió un momento hacia el mueble. - Pero no la veo.

-Normal. - Tiró de un cordel que llevaba al cuello, apenas visible bajo el nulo escote del camisón, hasta revelar la pequeña pieza de plata. - Esta no se aparta de mí ni de día ni de noche.

-¿En serio? - El chico la miró con incredulidad, una ceja levantada.

-Has venido a por ella, así que parece que fue buena decisión después de todo, ¿no? - Ella sonrió con una burla apenas contenida en la cara. - Bueno, ¿qué? ¿Bajamos a la bodega? Ya que me has despertado y sigues vivo para contarlo, lo mismo da.

-Detrás de vos. - El chico hizo una profunda y exagerada reverencia servicial a la vez que le abría la puerta, pero incluso su rostro de triunfo era bien visible.

-Sí, claro, en camisón. - Volvió a poner los ojos en blanco. - Sal y espera en el pasillo. - Y marcando cada palabra, se apresuró a añadir. - A puerta cerrada.

Kassius salió tirando de la puerta, comprobando con alivio que seguía sin haber nadie más rondando la zona de camarotes a esa hora de la noche. El dedo le dolía horrores, pero se obligó a no prestarle atención. Se calzó las botas que había dejado allí mismo antes de entrar para no hacer ruido contra el suelo de madera. Antes casi de darse cuenta, Helga salió como una bala de su habitación con la llave en la mano.

Reprimió un comentario mordaz acerca de lo poco que había tardado comparado con otras veces y la siguió en silencio por el pasillo y una estrecha escalera de caracol que llevaba a la cubierta más inferior. Al momento habían atravesado la escotilla con cierre mecánico de la bodega, y mientras ella buscaba con la mirada, él encendió una lámpara de aceite. Apenas hizo falta porque Helga ya había ubicado el pequeño arcón compartimentado donde había colocado algunas de las piezas recuperadas en la excavación, así que depositó el farol sobre una caja de madera bien claveteada.

El corazón le latía rápidamente, en parte por la excitación de volver a ver aquello que le había cautivado al aparecer en unas ruinas de la selva amazónica, pero también, y esto trataba de disimularlo más arduamente, por estar con ella.

-Aquí lo tienes. - Helga se incorporó con aquel objeto en la mano.

Él quedó en silencio, cautivado de nuevo por el extraño artefacto, dudando si alguna vez alguien averiguaría qué hacía allí esa pequeña esfera de cristal, y por qué dentro había una casita sobre la que no cesaba de nevar.

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