Capítulo 1 - Vientos favorables
Mientras la pequeña aeronave dejaba atrás el suelo de Krakensport una vez sueltos los anclajes, los dos pasajeros se acomodaron en el único banco de la cabina, que obviamente no estaba pensada para trayectos muy largos ni para albergar a mucha gente, aunque dado el clima de la zona, estaba protegida de los elementos por unos gruesos cristales dobles. Helga se alegró de haber podido dejar al menos las maletas en los alojamientos que la compañía les había asignado, en habitaciones separadas, por supuesto, y haberse cambiado antes de verse de nuevo lanzada a otro vuelo. No es que le diera miedo estar en el aire, pero habían sido muchas horas en un espacio más reducido de lo que le gustaba, sin poder dar más de tres pasos en la misma dirección. Inspiró lentamente para relajarse, sabiendo que no había mucha distancia hasta la plataforma, o eso les había dicho su piloto.
Dándoles la espalda, de pie ante los controles del aparato, la mujer que les había recibido al bajar del dirigible transoceánico en la isla se aseguraba de la estabilidad de esta nueva máquina a la vez que viraba de manera muy notable hacia babor. A Helga le pareció que trataba de coger la misma corriente que les había ayudado a llegar hasta Vágar en una hora menos de lo habitual. A su izquierda iba quedando la ciudad ubicada en lo alto de un acantilado en la cara norte de la isla, paradójicamente dando la espalda al mar del que vivían todos sus habitantes. Su piloto le había parecido algo lacónica, pero no quería perder la oportunidad de conocerla cuanto antes, había algo en su mirada que le caía bien. No era sólo que sus ojos le transmitieran franqueza, es que sabía ver cuándo alguien estaba acostumbrado a abrirse paso por sí mismo, y eso le inspiraba confianza.
-Y dígame, señorita…
-Ahórrese la cortesía, de verdad. - Apenas giró la cabeza al responder, sin apartar la vista de las olas. - Se la agradezco, pero aquí solemos prescindir de tanta formalidad. Usamos sólo nuestros nombres, o en todo caso los títulos que nos hemos ganado. - Ahora sí la miró, aunque sin soltar el timón principal, y con una media sonrisa. - En mi caso, Primera Mecánica, pero si lo encuentra muy largo llámeme sólo Fajra, casi lo prefiero. - Luego volvió su atención por completo al mar en relativa calma sobre el que empezaban a volar.
Cazó por el rabillo del ojo una mueca de burla por parte de Kass y rápidamente le hincó un codo en las costillas, aunque estando sentados tan juntos en el pequeño banco apenas pudo darle fuerte.
-Muy bien, Fajra. - A su lado, su acompañante se agarraba el costado y gruñía por lo bajo, pero si se dio cuenta, la mecánica no lo dejó adivinar. - Quería preguntarle precisamente cuánto tiempo lleva trabajando para la compañía, la otra vez que estuve aquí creo que no nos cruzamos.
-¿Cuándo fue eso? - No había actitud cortante en su voz, comprobó Helga, simplemente prefería ser directa al hablar.
-Hace seis años, me parece. - Intentó hacer memoria. - Fue poco después de aquel incidente con el pesquero escocés, el que se acercó demasiado a las islas.
-Eso fue el mismo mes que salimos hacia Isfahán, estoy casi seguro. - Kassius intervino, corrigiéndola como revancha.
-No. Eso fue en octubre del año anterior. Vinimos aquí con mi abuelo justo antes de lo de Bohemia. - Abrió los ojos muy significativamente para que no la interrumpiera más. Kassius sabía que mencionar aquel incidente era una advertencia pactada tácitamente entre los dos.
-Recuerdo al profesor Linge. - Fajra pareció animarse a hablar algo más por aquel detalle. - Yo era entonces parte del cuerpo de mecánicos del Fenrir. - Creía recordar que ese era siempre el nombre del barco principal de la flota de pesca de krakens. - Estaba con las turbinas y calderas, así que muy probablemente no nos cruzamos porque no salía de las cubiertas inferiores en esa época. - Algo captó su atención y movió un poco el timón para escorar ligeramente el pequeño dirigible. - Pero a él si le vi, me dijeron luego que insistió en bajar a ver la maquinaria; nos dio la mano a todos, sin importar lo manchados que estuviéramos de hollín o grasa. - Había olvidado ese detalle, pero era cierto. Kass y ella se habían quedado arriba hablando con el capitán mientras tanto. Sonrió al recordar aquella pequeña excentricidad de su abuelo, una de tantas de las que solía hacer gala.
-¿Y antes de eso? - Kass se levantó para identificar su destino, y ella le siguió antes de seguir preguntando. - ¿O siempre trabajó para la compañía? - Cuando se situaron junto a Fajra, ésta les señaló sin más hacia un punto en el mar que se encontraba frente a ellos, acercándose visiblemente, pero aún difícil de distinguir con claridad
-Yo empecé como mecánica ferroviaria, pero aquí en las islas hay que buscarse la vida como sea, así que aproveché lo que sabía de propulsión para conseguir aquel trabajo. Luego, bueno, me gusta pensar que he estado en el lugar correcto en el momento oportuno, y rodeada de la gente adecuada. - Sonrió con satisfacción. - Vayan de nuevo atrás si no les importa, el aterrizaje en la plataforma suele ser suave, pero tengo que ponerme con el viento de costado para que puedan enganchar bien la barquilla al llegar.
Antes de retirarse del extremo delantero de la cabina, Helga había podido observar que su destino era algo enorme que parecía medio flotar y medio estar anclado al suelo del océano ya que apenas se movía por las olas, presumiblemente debido a su tamaño. Su superficie metálica estaba llena de marcas para aterrizaje y balizas, y en ella pudo ver aún en la distancia a una persona haciendo señales para que se aproximaran, desplazándose entre los dos brazos de grúa que ocupaban parte de la cubierta. Se sentó de nuevo con Kass, esta vez intercambiando puestos, y al momento vio aparecer a su lado la torre de varios pisos que sobresalía en lo que creyó que sería la popa de la embarcación, aunque ésta le había resultado extrañamente cuadrada en lugar de alargada. Probablemente por debajo del nivel del agua había varios cascos para sostener esa especie de balsa y desplazarla.
A pesar del viento del que Fajra les había avisado, lo único que notó fue la colocación de los tirantes de sujeción y su puesta en marcha para bajar el último metro que les separaba de la superficie. La piloto no les esperó, y se limitó a hacerles un gesto invitador antes de abrir la puerta de la cabina y bajar de un salto ignorando los dos escalones que se habían extendido desde la base del dirigible.
Ya de vuelta en el fresco ambiente del verano nórdico de las islas Feroe, Helga echó un vistazo a todo cuanto la rodeaba, pero no había gran cosa salvo las grúas y el edificio de la torre, al que estaba volviendo sin mediar palabra el operario que había colocado los tirantes a la máquina. Le chocó algo que no hubiera una baranda en el borde de la cubierta, que parecía estar a unos cuatro metros del agua. El resto de dependencias y maquinaria debían estar bajo ellos, lo cual tenía sentido, pensó. Algo más allá divisó un par de hendiduras en los laterales como dos grandes entrantes paralelos en lados opuestos del casco. En una de las aperturas, que identificó como bahías de atraque, sobresalía una escotilla abierta. Kassius se encaminó rápidamente hacia allá y se volvió hacia ellas, preguntando:
-¿Está ahí el Capitán Dubhghaill? - Fajra asintió, pero no hizo ademán de seguirle. - Voy a acercarme entonces a saludar antes de que inicie la prueba. - Ella no conocía al marino, pero él sí, de la temporada que pasó allí durante sus años de viajes.
Helga sabía que iban a aprovechar su visita para hacerles una demostración de lo último en que habían estado trabajando en Krakensport. Se trataba de pequeños sumergibles que complementarían la flota de pesca, anclada en la ensenada frente a la ciudad, al pie de los acantilados, tanto en labores de investigación e identificación de piezas, como en su propia captura, aunque realmente los detalles de la maquinaria no le resultaban atractivos. Dejaba esas cosas a Kass, que siempre había sentido debilidad por todo tipo de cacharros y juguetes mecánicos, como le gustaba llamarlos para enervarle. En lo que sí tenía interés era en hablar con los naturalistas afincados en las islas, por una parte con Patur Hoydal por sus investigaciones de la peculiar bioquímica de los krakens, y por otra con Ástrid Pálsdóttir, que sabía que usaba otra de la estaciones de la compañía para hacer escuchas del lenguaje de las criaturas, el cual estaba cada día más cerca de entender.
-Hluot-wig quería empezar cuanto antes. - Fajra se dirigió a ella sin apartar la vista de la esclusa, contemplando ambas desde donde estaban cómo Kassius bajaba por la escalera vertical del submarino. La mecánica se cruzó de brazos, como resignada. - Está ansioso por probar el prototipo.
En ese momento el cierre de la escotilla cayó de golpe. En el silencio sólo roto por el suave viento, oyeron claramente cómo se activaban los pernos de seguridad y se soltaban los ganchos automáticos de la plataforma. Una luz roja se encendió en la parte superior durante un momento, luego la perdieron de vista cuando el barco se sumergió sin mayor ceremonia. Ambas se miraron por un segundo tras eso, pero entonces la puerta de la torre se abrió y un chico bastante más joven que ellas con un mono de trabajo se plantó en la entrada con la boca abierta.
-¿Y el Capitán? - Desconcertado, dio un par de pasos para comprobar que efectivamente le habían dejado en tierra. - ¿Se ha ido sin mí? - Parecía dolido, pero no recibió respuesta. En su lugar Fajra pasó como una exhalación a su lado. Helga la siguió camino de las escaleras que subían a la torre, tratando de no empujar al confuso copiloto.
-¿Qué ha pasado, Fajra? ¿Para qué subimos?
-¡Ese idiota impaciente se ha pensado que era Niels el que bajaba y ha activado la inmersión! - No paró en su apresurada ascensión a la cima.
-¿Y qué hacemos? - Se apoyó con una mano en la pared del rellano para propulsarse y poder seguir el ritmo con el que la mecánica subía las escaleras de metal de tres en tres, rebotando contra la fría superficie.
-¡Ir a la cabina y tratar de convencerle para que dé la vuelta!
-¿Pero por qué? - Consiguió alcanzarla ya en el piso de arriba, donde se detuvo tras cruzar el umbral. - ¿Es que no es seguro el sumergible?
-¡Sí que lo es, pero conociéndole seguro que se va de caza, y no le he advertido que no lleva ni un maldito arpón a bordo!
Dándoles la espalda, de pie ante los controles del aparato, la mujer que les había recibido al bajar del dirigible transoceánico en la isla se aseguraba de la estabilidad de esta nueva máquina a la vez que viraba de manera muy notable hacia babor. A Helga le pareció que trataba de coger la misma corriente que les había ayudado a llegar hasta Vágar en una hora menos de lo habitual. A su izquierda iba quedando la ciudad ubicada en lo alto de un acantilado en la cara norte de la isla, paradójicamente dando la espalda al mar del que vivían todos sus habitantes. Su piloto le había parecido algo lacónica, pero no quería perder la oportunidad de conocerla cuanto antes, había algo en su mirada que le caía bien. No era sólo que sus ojos le transmitieran franqueza, es que sabía ver cuándo alguien estaba acostumbrado a abrirse paso por sí mismo, y eso le inspiraba confianza.
-Y dígame, señorita…
-Ahórrese la cortesía, de verdad. - Apenas giró la cabeza al responder, sin apartar la vista de las olas. - Se la agradezco, pero aquí solemos prescindir de tanta formalidad. Usamos sólo nuestros nombres, o en todo caso los títulos que nos hemos ganado. - Ahora sí la miró, aunque sin soltar el timón principal, y con una media sonrisa. - En mi caso, Primera Mecánica, pero si lo encuentra muy largo llámeme sólo Fajra, casi lo prefiero. - Luego volvió su atención por completo al mar en relativa calma sobre el que empezaban a volar.
Cazó por el rabillo del ojo una mueca de burla por parte de Kass y rápidamente le hincó un codo en las costillas, aunque estando sentados tan juntos en el pequeño banco apenas pudo darle fuerte.
-Muy bien, Fajra. - A su lado, su acompañante se agarraba el costado y gruñía por lo bajo, pero si se dio cuenta, la mecánica no lo dejó adivinar. - Quería preguntarle precisamente cuánto tiempo lleva trabajando para la compañía, la otra vez que estuve aquí creo que no nos cruzamos.
-¿Cuándo fue eso? - No había actitud cortante en su voz, comprobó Helga, simplemente prefería ser directa al hablar.
-Hace seis años, me parece. - Intentó hacer memoria. - Fue poco después de aquel incidente con el pesquero escocés, el que se acercó demasiado a las islas.
-Eso fue el mismo mes que salimos hacia Isfahán, estoy casi seguro. - Kassius intervino, corrigiéndola como revancha.
-No. Eso fue en octubre del año anterior. Vinimos aquí con mi abuelo justo antes de lo de Bohemia. - Abrió los ojos muy significativamente para que no la interrumpiera más. Kassius sabía que mencionar aquel incidente era una advertencia pactada tácitamente entre los dos.
-Recuerdo al profesor Linge. - Fajra pareció animarse a hablar algo más por aquel detalle. - Yo era entonces parte del cuerpo de mecánicos del Fenrir. - Creía recordar que ese era siempre el nombre del barco principal de la flota de pesca de krakens. - Estaba con las turbinas y calderas, así que muy probablemente no nos cruzamos porque no salía de las cubiertas inferiores en esa época. - Algo captó su atención y movió un poco el timón para escorar ligeramente el pequeño dirigible. - Pero a él si le vi, me dijeron luego que insistió en bajar a ver la maquinaria; nos dio la mano a todos, sin importar lo manchados que estuviéramos de hollín o grasa. - Había olvidado ese detalle, pero era cierto. Kass y ella se habían quedado arriba hablando con el capitán mientras tanto. Sonrió al recordar aquella pequeña excentricidad de su abuelo, una de tantas de las que solía hacer gala.
-¿Y antes de eso? - Kass se levantó para identificar su destino, y ella le siguió antes de seguir preguntando. - ¿O siempre trabajó para la compañía? - Cuando se situaron junto a Fajra, ésta les señaló sin más hacia un punto en el mar que se encontraba frente a ellos, acercándose visiblemente, pero aún difícil de distinguir con claridad
-Yo empecé como mecánica ferroviaria, pero aquí en las islas hay que buscarse la vida como sea, así que aproveché lo que sabía de propulsión para conseguir aquel trabajo. Luego, bueno, me gusta pensar que he estado en el lugar correcto en el momento oportuno, y rodeada de la gente adecuada. - Sonrió con satisfacción. - Vayan de nuevo atrás si no les importa, el aterrizaje en la plataforma suele ser suave, pero tengo que ponerme con el viento de costado para que puedan enganchar bien la barquilla al llegar.
Antes de retirarse del extremo delantero de la cabina, Helga había podido observar que su destino era algo enorme que parecía medio flotar y medio estar anclado al suelo del océano ya que apenas se movía por las olas, presumiblemente debido a su tamaño. Su superficie metálica estaba llena de marcas para aterrizaje y balizas, y en ella pudo ver aún en la distancia a una persona haciendo señales para que se aproximaran, desplazándose entre los dos brazos de grúa que ocupaban parte de la cubierta. Se sentó de nuevo con Kass, esta vez intercambiando puestos, y al momento vio aparecer a su lado la torre de varios pisos que sobresalía en lo que creyó que sería la popa de la embarcación, aunque ésta le había resultado extrañamente cuadrada en lugar de alargada. Probablemente por debajo del nivel del agua había varios cascos para sostener esa especie de balsa y desplazarla.
A pesar del viento del que Fajra les había avisado, lo único que notó fue la colocación de los tirantes de sujeción y su puesta en marcha para bajar el último metro que les separaba de la superficie. La piloto no les esperó, y se limitó a hacerles un gesto invitador antes de abrir la puerta de la cabina y bajar de un salto ignorando los dos escalones que se habían extendido desde la base del dirigible.
Ya de vuelta en el fresco ambiente del verano nórdico de las islas Feroe, Helga echó un vistazo a todo cuanto la rodeaba, pero no había gran cosa salvo las grúas y el edificio de la torre, al que estaba volviendo sin mediar palabra el operario que había colocado los tirantes a la máquina. Le chocó algo que no hubiera una baranda en el borde de la cubierta, que parecía estar a unos cuatro metros del agua. El resto de dependencias y maquinaria debían estar bajo ellos, lo cual tenía sentido, pensó. Algo más allá divisó un par de hendiduras en los laterales como dos grandes entrantes paralelos en lados opuestos del casco. En una de las aperturas, que identificó como bahías de atraque, sobresalía una escotilla abierta. Kassius se encaminó rápidamente hacia allá y se volvió hacia ellas, preguntando:
-¿Está ahí el Capitán Dubhghaill? - Fajra asintió, pero no hizo ademán de seguirle. - Voy a acercarme entonces a saludar antes de que inicie la prueba. - Ella no conocía al marino, pero él sí, de la temporada que pasó allí durante sus años de viajes.
Helga sabía que iban a aprovechar su visita para hacerles una demostración de lo último en que habían estado trabajando en Krakensport. Se trataba de pequeños sumergibles que complementarían la flota de pesca, anclada en la ensenada frente a la ciudad, al pie de los acantilados, tanto en labores de investigación e identificación de piezas, como en su propia captura, aunque realmente los detalles de la maquinaria no le resultaban atractivos. Dejaba esas cosas a Kass, que siempre había sentido debilidad por todo tipo de cacharros y juguetes mecánicos, como le gustaba llamarlos para enervarle. En lo que sí tenía interés era en hablar con los naturalistas afincados en las islas, por una parte con Patur Hoydal por sus investigaciones de la peculiar bioquímica de los krakens, y por otra con Ástrid Pálsdóttir, que sabía que usaba otra de la estaciones de la compañía para hacer escuchas del lenguaje de las criaturas, el cual estaba cada día más cerca de entender.
-Hluot-wig quería empezar cuanto antes. - Fajra se dirigió a ella sin apartar la vista de la esclusa, contemplando ambas desde donde estaban cómo Kassius bajaba por la escalera vertical del submarino. La mecánica se cruzó de brazos, como resignada. - Está ansioso por probar el prototipo.
En ese momento el cierre de la escotilla cayó de golpe. En el silencio sólo roto por el suave viento, oyeron claramente cómo se activaban los pernos de seguridad y se soltaban los ganchos automáticos de la plataforma. Una luz roja se encendió en la parte superior durante un momento, luego la perdieron de vista cuando el barco se sumergió sin mayor ceremonia. Ambas se miraron por un segundo tras eso, pero entonces la puerta de la torre se abrió y un chico bastante más joven que ellas con un mono de trabajo se plantó en la entrada con la boca abierta.
-¿Y el Capitán? - Desconcertado, dio un par de pasos para comprobar que efectivamente le habían dejado en tierra. - ¿Se ha ido sin mí? - Parecía dolido, pero no recibió respuesta. En su lugar Fajra pasó como una exhalación a su lado. Helga la siguió camino de las escaleras que subían a la torre, tratando de no empujar al confuso copiloto.
-¿Qué ha pasado, Fajra? ¿Para qué subimos?
-¡Ese idiota impaciente se ha pensado que era Niels el que bajaba y ha activado la inmersión! - No paró en su apresurada ascensión a la cima.
-¿Y qué hacemos? - Se apoyó con una mano en la pared del rellano para propulsarse y poder seguir el ritmo con el que la mecánica subía las escaleras de metal de tres en tres, rebotando contra la fría superficie.
-¡Ir a la cabina y tratar de convencerle para que dé la vuelta!
-¿Pero por qué? - Consiguió alcanzarla ya en el piso de arriba, donde se detuvo tras cruzar el umbral. - ¿Es que no es seguro el sumergible?
-¡Sí que lo es, pero conociéndole seguro que se va de caza, y no le he advertido que no lleva ni un maldito arpón a bordo!
Capítulo 2 - Corrientes traicioneras
-¡Ya pensaba que te habías acobardado, Niels! - Kassius bajó rápidamente los últimos peldaños de la escalerilla vertical que permitía el acceso al submarino, sin dejar de notar que la máquina se movía mucho y que se estaba inclinando hacia abajo peligrosamente. Se mordió el labio resignado a ir a bordo en la prueba, como había temido desde que unos segundos antes la escotilla se cerrara sobre su cabeza.
El interior del sumergible no era demasiado espacioso, y sólo había un camino que seguir por el estrecho y tenuemente iluminado pasillo. La voz de su amigo le llegaba desde allá, así que agarrándose a las manillas y asideros colocados por todas partes para no perder el equilibrio echó a andar.
-Pensaba que el miedo a la vieja Caribdis podría al que le tienes a Fajra. - La risa de Hluot-wig llenó la reducida cabina justo cuando llegaba a ella. - Heri y yo habíamos apostado a que al final te ibas a negar a venir. - No se había dado la vuelta en ningún momento, sentado ante una de las dos ventanas frontales, las cuales ocupaban del suelo al techo con su forma curvada hacia fuera. - Cuando volvamos espero que Saedir invite a una buena ronda para celebrar nuestro éxito, es la única que ha estado de tu parte. Asegúrate de darle las gracias luego, ¿eh? - Volvió a reír, esta vez con un toque de burla muy sutil, o quizá con una insinuación de lo que el tal Niels debía hacer al regresar a tierra. - ¿Vienes o no? Vamos, que te necesito para que vayas verificando los medidores de tu lado.
Kassius se plantó en mitad del pequeño puente apalancando su mano izquierda en un hueco dejado en el techo entre dos tuberías, no sabiendo si sacar al Capitán de su error o dejarle hablar un rato más. Se le veía eufórico. Dedujo que pensaba que era su copiloto, así que se decidió a ocupar el puesto libre a su lado, dejándose caer en el asiento bajo y acolchado ante la ventana de la derecha, separado del cazador de krakens por una caja de palancas de mando.
-¡Hombre, por fin! - Cuando Hluot-wig se giró hacia él la sorpresa sólo le duró un instante. - ¡Kassius! - Éste le miró con cara de circunstancia y luego sonrió, aceptando en silencio el fuerte apretón de manos de aquel lobo de mar que había conocido durante su estancia en las islas, antes de que liderara la flota. - No esperaba verte hasta después de la prueba, ¿qué haces aquí? - Ni le dejó responder. - Bueno, es igual, ya he empezado la secuencia de descenso, así que bien podemos seguir. - Devolvió la vista a las profundidades, que cada vez se hacían más oscuras ante ellos. Seguían estando inclinados hacia delante. - Enciende los focos secundarios, son los conectores amarillos a mano derecha. Cuidado que dan chispazo si no lo haces rápido. - Igualmente notó el pequeño fogonazo bajo los mandos, pero por suerte llevaba el guante de siempre para cubrir su prótesis de metal.
En el breve momento de paz que sucedió mientras Dubhghaill enderezaba algo el submarino escudriñando las profundidades y acercándose al cristal para estimar a qué distancia de la superficie estaban ya, Kassius por fin respondió.
-Acabamos de llegar, y que conste que me había asomado sólo para saludar. - No quiso que sonara a reproche, pero no era demasiado aficionado a meterse en cáscaras de acero por muy bien diseñadas que estuvieran para soportar la presión. - Pero no pasa nada.
-Vaya, disculpa. - Torció el timón hacia su izquierda y la nave replicó el movimiento escorándose hacia ese costado a la vez que seguía avanzando. - Pero lo siento más por Niels, él se lo pierde. - Rió brevemente y se encogió de hombros adaptándose al cambio de acompañante, aparentemente sin plantearse siquiera dar media vuelta. - ¿Qué profundidad marca la aguja de arriba? Es la que está junto al modulador de comunicaciones. - A pesar de hablarle, en ningún momento retiraba su atención del trayecto. Kassius sabía que Hluot-wig era así, acostumbrado a no darle demasiada importancia a las cosas en general, pero en cualquier caso, con él podía estar seguro en aquella máquina; había pasado más horas cazando krakens para la Compañía del Atlántico Norte que nadie y por lo que le había contado por carta, últimamente también bajo las olas en sumergibles como aquél en labores de exploración y hostigamiento de posibles presas. - Te quedarás un tiempo al menos, ¿no?
-Trescientos veinte, dice. - Ahora fue él quien se asomó contra el cristal curvo, sintiendo un momento de aprensión de pensar que pudiera romperse por su culpa. Al mirar hacia arriba distinguió algo de claridad proveniente de lo que pensó que sería el cielo aún bien iluminado de media tarde. Regresó a su asiento y suspiró. - Sí, al menos una semana, espero. No he venido sólo, me he traído a Helga esta vez. - Quería conocer a Hluot-wig, y también hablar con el doctor Hoydal, el biólogo jefe de la compañía. Algo sobre la tinta y los jugos gástricos de los krakens que había leído en un estudio publicado hacía poco, creía recordar. Ella, sus bichos y sus experimentos con sustancias de todo menos inocuas, pensó torciendo el gesto. Ciencia escurridiza, como la llamaba él.
-¿La cazadora? - Le había hablado de la nieta del profesor, por supuesto, durante sus largas noches a base de cerveza. Había habido lugar para muchas de esas en los meses que pasó allí años atrás. Hluot-wig dio otro nuevo volantazo a la vez que inclinaba el aparato hacia el lecho marino y aceleraba, lo cual hizo que el almuerzo tomado en el dirigible de línea se le revolviera a Kassius en el estómago. - Actívame los interruptores marcados del tres al diecisiete, por favor. - Otro giro brusco en dirección opuesta. - Encima de tu cabeza. - añadió al notar que no los ubicaba. Lo que iba a encontrar pronto eran los huevos con panceta si seguían moviéndose así.
-¿Qué son? - Acató la orden no obstante. - A todo esto, ¿quién es la vieja Caribdis? - El nombre tenía un cierto sabor peligroso y no dejaba de resonar en su memoria como si lo hubiera leído en algún sitio.
-Los arpones electrificados, los torpedos explosivos y las cerbatanas a reacción. - Hluot-wig enderezó la nave otra vez, ahora a mayor profundidad, quinientos metros largos según pudo leer. Activó un botón en un costado de la palanca del timón y la soltó, pero ésta no volvió a la posición de reposo. Debía ser una especie de piloto automático. Hizo un par de giros completos de los hombros para desentumecerlos tras la tensión y le encaró. - Una vieja amiga mía. O enemiga, según lo veas. - Soltó otra de sus risotadas, y esta vez las cuentas que llevaba engarzadas en la barba trenzada tintinearon un poco. Kassius no estaba seguro de entender qué había querido decir, pero empezaba a arrepentirse de haber preguntado por el gesto de su amigo. Enseñaba todos los dientes en una sonrisa muy marcada. - Posiblemente la hembra de kraken más grande en centenares de kilómetros en torno a las islas. Debe tener al menos cuatrocientos años por lo que estimamos. - Resopló. - Esa bestia ha hundido dos de mis barcos en lo que va de año, y creo que otro de los que perdimos el pasado también fue cosa suya. - Debió notar que se había quedado blanco de la impresión, porque se apresuró a quitarle hierro al tema. - Pero no te preocupes, no se acerca tanto a Krakensport, últimamente ha decidido guardar las distancias. - Se acomodó otra vez en su asiento. - Y si nos la cruzamos, bueno, quizá pueda darle parte de su merecido con esta pequeña joya que me ha diseñado Fajra. Que por cierto, tenemos que ponerle nombre, lo de “Prototipo subacuático K5” no me gusta, pero aún no se me ha ocurrido uno apropiado, uno que suene bien.
Hluot-wig recuperó el control del aparato consultando una a una las posiciones de las válvulas que había entre los cristales frontales. No estaban etiquetadas, pero Kassius dedujo que tenían que indicar el estado de la caldera de alta presión y del generador ambárico que estaban en la parte de atrás.
-Por cierto, ¿todo bien por tierra seca? - Así se refería él a todo sitio desde el que no se pudiera ver u oler el mar. - ¿Sigues en Dresde? - Un nuevo viraje inesperado. Maldijo por lo bajo agarrándose al asiento y cerrando los ojos un momento. - Que sepas que tenía ganas de que volvieras por aquí, ya ha pasado mucho desde la última. Esta noche abrimos un barril de los buenos, como en los viejos tiempos. - Sonrió con satisfacción. - Además, eres el único accionista que se digna venir por aquí, no te ofendas si lo digo así, de vez en cuando. E incluso cuando vienen, el resto ni osaría mojarse o ensuciarse las manos. ¿Así qué perspectiva del negocio van a tener? Seguro que se piensan que los krakens vienen a nosotros para que les pesquemos mansamente, como una vaca que se deja ordeñar. - Soltó un resoplido. Estaba al mando de las operaciones de la empresa desde hacía un par de años, y por suerte tenía suficiente peso ante el consejo de administración para que le hicieran caso en lo que a organización y estrategias de caza se refería, especialmente por su hoja de servicios antes de llegar a Capitán de la Flota. Pero eso no quería decir que le gustase tener que lidiar con los dueños de la compañía, afincados todos ellos en las lejanas tierras continentales
Kassius se fijó en que habían llegado a una zona donde el suelo se elevaba lentamente bajo las luces amarillentas, y supuso que estaban acercándose a Vágar, quizá para atracar en el puerto. Sin embargo, repentinamente el fondo desapareció bajo ellos y quedaron otra vez en las tinieblas, sólo rodeados por el resplandor de los faros delanteros, que iluminaban las aguas más inmediatas únicamente, formando dos haces por delante del submarino. Elevó una ceja receloso ante el cambio de escenario, pero antes de que pudiera decir nada, Hluot-wig les lanzó casi en vertical hacia el abismo y él tuvo que llevarse una mano a la boca, haciendo esfuerzos desesperados. Sospechaba que a Fajra no le haría demasiada gracia que ensuciara su prototipo.
El Capitán se percató de su gesto desencajado.
-Oye, ¿estás bien? - Pero algo atrajo su mirada en el exterior y dejó de prestarle atención para vislumbrar de nuevo lo que había creído ver fugazmente ante ellos. - Perdona, eso ha sido un poco repentino, seguro que no estás acostumbrado. - Pero seguía sin retirar los ojos de las profundidades, aminorando la marcha. Apretó más la vista, aunque no parecía tener éxito. Sin mirarle, le hizo nuevas indicaciones. - Por favor, encima de los secundarios tienes los controles para los focos principales. Llévalos al máximo de golpe, pero estate listo para apagarlos si te lo indico. No, mejor haz un destello, con encenderlos medio segundo me vale. - Kassius obedeció, accionando los mandos rojos de las luces y volviendo a desconectarlos al instante. Sin embargo, ese tiempo fue suficiente para que aquella visión le paralizara en su asiento.
-¿Qué es eso? - No estaba seguro de si había gritado o había susurrado la pregunta.
-La vieja Caribdis. - Y con una sonrisa de maníaco, Hluot-wig puso el motor a tope de potencia, dirigiendo el sumergible hacia aquella diosa de las profundidades.
El interior del sumergible no era demasiado espacioso, y sólo había un camino que seguir por el estrecho y tenuemente iluminado pasillo. La voz de su amigo le llegaba desde allá, así que agarrándose a las manillas y asideros colocados por todas partes para no perder el equilibrio echó a andar.
-Pensaba que el miedo a la vieja Caribdis podría al que le tienes a Fajra. - La risa de Hluot-wig llenó la reducida cabina justo cuando llegaba a ella. - Heri y yo habíamos apostado a que al final te ibas a negar a venir. - No se había dado la vuelta en ningún momento, sentado ante una de las dos ventanas frontales, las cuales ocupaban del suelo al techo con su forma curvada hacia fuera. - Cuando volvamos espero que Saedir invite a una buena ronda para celebrar nuestro éxito, es la única que ha estado de tu parte. Asegúrate de darle las gracias luego, ¿eh? - Volvió a reír, esta vez con un toque de burla muy sutil, o quizá con una insinuación de lo que el tal Niels debía hacer al regresar a tierra. - ¿Vienes o no? Vamos, que te necesito para que vayas verificando los medidores de tu lado.
Kassius se plantó en mitad del pequeño puente apalancando su mano izquierda en un hueco dejado en el techo entre dos tuberías, no sabiendo si sacar al Capitán de su error o dejarle hablar un rato más. Se le veía eufórico. Dedujo que pensaba que era su copiloto, así que se decidió a ocupar el puesto libre a su lado, dejándose caer en el asiento bajo y acolchado ante la ventana de la derecha, separado del cazador de krakens por una caja de palancas de mando.
-¡Hombre, por fin! - Cuando Hluot-wig se giró hacia él la sorpresa sólo le duró un instante. - ¡Kassius! - Éste le miró con cara de circunstancia y luego sonrió, aceptando en silencio el fuerte apretón de manos de aquel lobo de mar que había conocido durante su estancia en las islas, antes de que liderara la flota. - No esperaba verte hasta después de la prueba, ¿qué haces aquí? - Ni le dejó responder. - Bueno, es igual, ya he empezado la secuencia de descenso, así que bien podemos seguir. - Devolvió la vista a las profundidades, que cada vez se hacían más oscuras ante ellos. Seguían estando inclinados hacia delante. - Enciende los focos secundarios, son los conectores amarillos a mano derecha. Cuidado que dan chispazo si no lo haces rápido. - Igualmente notó el pequeño fogonazo bajo los mandos, pero por suerte llevaba el guante de siempre para cubrir su prótesis de metal.
En el breve momento de paz que sucedió mientras Dubhghaill enderezaba algo el submarino escudriñando las profundidades y acercándose al cristal para estimar a qué distancia de la superficie estaban ya, Kassius por fin respondió.
-Acabamos de llegar, y que conste que me había asomado sólo para saludar. - No quiso que sonara a reproche, pero no era demasiado aficionado a meterse en cáscaras de acero por muy bien diseñadas que estuvieran para soportar la presión. - Pero no pasa nada.
-Vaya, disculpa. - Torció el timón hacia su izquierda y la nave replicó el movimiento escorándose hacia ese costado a la vez que seguía avanzando. - Pero lo siento más por Niels, él se lo pierde. - Rió brevemente y se encogió de hombros adaptándose al cambio de acompañante, aparentemente sin plantearse siquiera dar media vuelta. - ¿Qué profundidad marca la aguja de arriba? Es la que está junto al modulador de comunicaciones. - A pesar de hablarle, en ningún momento retiraba su atención del trayecto. Kassius sabía que Hluot-wig era así, acostumbrado a no darle demasiada importancia a las cosas en general, pero en cualquier caso, con él podía estar seguro en aquella máquina; había pasado más horas cazando krakens para la Compañía del Atlántico Norte que nadie y por lo que le había contado por carta, últimamente también bajo las olas en sumergibles como aquél en labores de exploración y hostigamiento de posibles presas. - Te quedarás un tiempo al menos, ¿no?
-Trescientos veinte, dice. - Ahora fue él quien se asomó contra el cristal curvo, sintiendo un momento de aprensión de pensar que pudiera romperse por su culpa. Al mirar hacia arriba distinguió algo de claridad proveniente de lo que pensó que sería el cielo aún bien iluminado de media tarde. Regresó a su asiento y suspiró. - Sí, al menos una semana, espero. No he venido sólo, me he traído a Helga esta vez. - Quería conocer a Hluot-wig, y también hablar con el doctor Hoydal, el biólogo jefe de la compañía. Algo sobre la tinta y los jugos gástricos de los krakens que había leído en un estudio publicado hacía poco, creía recordar. Ella, sus bichos y sus experimentos con sustancias de todo menos inocuas, pensó torciendo el gesto. Ciencia escurridiza, como la llamaba él.
-¿La cazadora? - Le había hablado de la nieta del profesor, por supuesto, durante sus largas noches a base de cerveza. Había habido lugar para muchas de esas en los meses que pasó allí años atrás. Hluot-wig dio otro nuevo volantazo a la vez que inclinaba el aparato hacia el lecho marino y aceleraba, lo cual hizo que el almuerzo tomado en el dirigible de línea se le revolviera a Kassius en el estómago. - Actívame los interruptores marcados del tres al diecisiete, por favor. - Otro giro brusco en dirección opuesta. - Encima de tu cabeza. - añadió al notar que no los ubicaba. Lo que iba a encontrar pronto eran los huevos con panceta si seguían moviéndose así.
-¿Qué son? - Acató la orden no obstante. - A todo esto, ¿quién es la vieja Caribdis? - El nombre tenía un cierto sabor peligroso y no dejaba de resonar en su memoria como si lo hubiera leído en algún sitio.
-Los arpones electrificados, los torpedos explosivos y las cerbatanas a reacción. - Hluot-wig enderezó la nave otra vez, ahora a mayor profundidad, quinientos metros largos según pudo leer. Activó un botón en un costado de la palanca del timón y la soltó, pero ésta no volvió a la posición de reposo. Debía ser una especie de piloto automático. Hizo un par de giros completos de los hombros para desentumecerlos tras la tensión y le encaró. - Una vieja amiga mía. O enemiga, según lo veas. - Soltó otra de sus risotadas, y esta vez las cuentas que llevaba engarzadas en la barba trenzada tintinearon un poco. Kassius no estaba seguro de entender qué había querido decir, pero empezaba a arrepentirse de haber preguntado por el gesto de su amigo. Enseñaba todos los dientes en una sonrisa muy marcada. - Posiblemente la hembra de kraken más grande en centenares de kilómetros en torno a las islas. Debe tener al menos cuatrocientos años por lo que estimamos. - Resopló. - Esa bestia ha hundido dos de mis barcos en lo que va de año, y creo que otro de los que perdimos el pasado también fue cosa suya. - Debió notar que se había quedado blanco de la impresión, porque se apresuró a quitarle hierro al tema. - Pero no te preocupes, no se acerca tanto a Krakensport, últimamente ha decidido guardar las distancias. - Se acomodó otra vez en su asiento. - Y si nos la cruzamos, bueno, quizá pueda darle parte de su merecido con esta pequeña joya que me ha diseñado Fajra. Que por cierto, tenemos que ponerle nombre, lo de “Prototipo subacuático K5” no me gusta, pero aún no se me ha ocurrido uno apropiado, uno que suene bien.
Hluot-wig recuperó el control del aparato consultando una a una las posiciones de las válvulas que había entre los cristales frontales. No estaban etiquetadas, pero Kassius dedujo que tenían que indicar el estado de la caldera de alta presión y del generador ambárico que estaban en la parte de atrás.
-Por cierto, ¿todo bien por tierra seca? - Así se refería él a todo sitio desde el que no se pudiera ver u oler el mar. - ¿Sigues en Dresde? - Un nuevo viraje inesperado. Maldijo por lo bajo agarrándose al asiento y cerrando los ojos un momento. - Que sepas que tenía ganas de que volvieras por aquí, ya ha pasado mucho desde la última. Esta noche abrimos un barril de los buenos, como en los viejos tiempos. - Sonrió con satisfacción. - Además, eres el único accionista que se digna venir por aquí, no te ofendas si lo digo así, de vez en cuando. E incluso cuando vienen, el resto ni osaría mojarse o ensuciarse las manos. ¿Así qué perspectiva del negocio van a tener? Seguro que se piensan que los krakens vienen a nosotros para que les pesquemos mansamente, como una vaca que se deja ordeñar. - Soltó un resoplido. Estaba al mando de las operaciones de la empresa desde hacía un par de años, y por suerte tenía suficiente peso ante el consejo de administración para que le hicieran caso en lo que a organización y estrategias de caza se refería, especialmente por su hoja de servicios antes de llegar a Capitán de la Flota. Pero eso no quería decir que le gustase tener que lidiar con los dueños de la compañía, afincados todos ellos en las lejanas tierras continentales
Kassius se fijó en que habían llegado a una zona donde el suelo se elevaba lentamente bajo las luces amarillentas, y supuso que estaban acercándose a Vágar, quizá para atracar en el puerto. Sin embargo, repentinamente el fondo desapareció bajo ellos y quedaron otra vez en las tinieblas, sólo rodeados por el resplandor de los faros delanteros, que iluminaban las aguas más inmediatas únicamente, formando dos haces por delante del submarino. Elevó una ceja receloso ante el cambio de escenario, pero antes de que pudiera decir nada, Hluot-wig les lanzó casi en vertical hacia el abismo y él tuvo que llevarse una mano a la boca, haciendo esfuerzos desesperados. Sospechaba que a Fajra no le haría demasiada gracia que ensuciara su prototipo.
El Capitán se percató de su gesto desencajado.
-Oye, ¿estás bien? - Pero algo atrajo su mirada en el exterior y dejó de prestarle atención para vislumbrar de nuevo lo que había creído ver fugazmente ante ellos. - Perdona, eso ha sido un poco repentino, seguro que no estás acostumbrado. - Pero seguía sin retirar los ojos de las profundidades, aminorando la marcha. Apretó más la vista, aunque no parecía tener éxito. Sin mirarle, le hizo nuevas indicaciones. - Por favor, encima de los secundarios tienes los controles para los focos principales. Llévalos al máximo de golpe, pero estate listo para apagarlos si te lo indico. No, mejor haz un destello, con encenderlos medio segundo me vale. - Kassius obedeció, accionando los mandos rojos de las luces y volviendo a desconectarlos al instante. Sin embargo, ese tiempo fue suficiente para que aquella visión le paralizara en su asiento.
-¿Qué es eso? - No estaba seguro de si había gritado o había susurrado la pregunta.
-La vieja Caribdis. - Y con una sonrisa de maníaco, Hluot-wig puso el motor a tope de potencia, dirigiendo el sumergible hacia aquella diosa de las profundidades.
Capítulo 3 - El ojo del huracán
Completó otro giro en torno a la torre, apoyándose a cada pocos pasos en la barandilla de la galería exterior para intentar detectar algo entre el suave oleaje del océano. Preocupada, entró de nuevo a la cabina acristalada. No le gustaba que una situación como aquella estuviera más allá de su control, y por el gesto que tenía Fajra, a ella tampoco. Al darse cuenta de que no podía contactar con el sumergible por el cable de comunicación había soltado una maldición y un puñetazo al panel de mando. Había empezado a dar órdenes sin parar tanto al joven copiloto, Niels, que subió raudo de la cubierta al puesto del vigía sobre la torre, como a la oficial de máquinas, Saedir, que sin mediar palabra salió corriendo de la estancia y bajó a los niveles inferiores, donde ya estaba el mecánico Heri, que según Helga dedujo, debía ser el que les había ayudado a aterrizar. Por las palabras de su acompañante, parecía no haber nadie más que ellos cinco a bordo, lo cual era paradójico con el tamaño de la plataforma, pero después de todo, para probar los submarinos no les hacía falta mucha gente.
-¿Cree que estarán bien? - No le importó que se notara su preocupación; no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la Primera Mecánica también lo estaba por el ceño fruncido y la boca apretada.
-El motor y el casco los hemos revisado docenas de veces, eso no me inquieta. - Torció el gesto, sin dejar de mirar por el ventanal de un lado a otro. - Pero es que le puede. Le puede. Tenía que haber sabido que haría eso. Y para colmo, creo que ha cortado el cable de seguridad.
-¿Cómo? ¿Por qué iba a hacer algo así? - Parpadeó, temiendo que el piloto del sumergible fuera un demente, aunque eso le chocaba con todo lo que su compañero de viaje le había contado a lo largo de los años. Dubhghaill era osado, sí, y muy bueno en su campo, quizá el mejor, pero nunca le había parecido peligroso, y esperaba no equivocarse.
-Porque le importa un bledo todo eso, lo único que quiere es acción. Y cuando uno lleva desde los doce años cazando krakens con arpón, no hay muchas cosas que encuentre estimulantes. - Helga tardó unos segundos en digerir aquel análisis hecho con palabras tan duras, y eso sólo le hizo estar más preocupada por Kass. - No le pasará nada, nunca le pasa, pero a veces pienso que hasta le gusta ponerse en peligro. - Fajra resopló. - El mes pasado disparó un arpón autopropulsado a través del casco porque no tenía buen ángulo para dar al kraken. ¡Disparó a través del barco! - Elevó las manos al cielo, clamando. Ella la miraba en silencio, imaginando los malos ratos que le debía hacer pasar alguien así de temerario.
-Me ha parecido ver algo. - El altavoz reprodujo la voz de Niels, sacando a Fajra de su discurso enervado. - Nornoroeste. - Ambas se giraron a su derecha, guiándose por la posición del Sol. Miraron durante unos segundos, y a la vez que el vigía volvía a hablar, ellas también distinguieron algo. - ¡Ha salido a la superficie! Se ve el extremo de la escotilla y va dejando una estela enorme, creo que van a toda velocidad. ¡Vienen directos hacia aquí! Esperad… - Calló unos instantes en los que el resto del mundo pareció enmudecer también. - Llevan algo detrás. - La cazadora se estremeció, quiso pensar que de excitación, de pensar en ver un kraken vivo así de cerca.
-¿Cómo que algo, pegado? ¿¡Cómo van a llevar algo detrás, Niels!? - Fajra se acercó mucho sobre el micrófono del intercomunicador. Si el chico llevaba auriculares, entonces le había dejado sordo.
-No lo sé, pero es grande. No, grande no, ¡enorme! ¿Pero no veis el bulto que hace en el agua? ¡Por todos los dioses, jefa, eso es uno de los ancestrales! ¡Les persigue uno de clase A! - Aún sin saber qué quería decir, Helga supo que no era nada bueno por el miedo que impregnaba las palabras del muchacho.
Pero Fajra no perdió ni un segundo, volviendo a agacharse.
-¿Le habéis oído? - No retiró la mirada del horizonte, en el que se veía cada vez más claro al pequeño submarino correr hacia ellas. - Quiero los acumuladores a tope de carga listos para liberarla a mi señal, ¿entendido? Cuando yo diga, pero ni un segundo antes, Saedir. Y Heri, llena los tanques de flotación todo lo que puedas, hunde la plataforma un par de metros más si es posible.
-¿Estás segura, Fajra? - Ahí había una duda más seria de la expresada por el mecánico en sus palabras.
-¡Sí, haz lo que digo! - Devolvió su atención a Helga. - Si lo que va a hacer es estrellase contra el casco a propósito, prefiero que lo haga en un punto de los niveles justo bajo la cubierta, luego sólo tenemos que volver a alzarla inyectando gas en los depósitos.
-¿Va a empotrar el submarino contra la plataforma? - Descubrió que aquello le provocaba menos temor del esperable. Como si estuviera oyendo otra de las anécdotas del Capitán que Kassius le contaba de vez en cuando.
-No me sorprendería lo más...
-¡Está a punto de pillarles! - Niels gritó una vez más. - ¡Se les echa encima!
Ambas se lanzaron contra el cristal para intentar ver mejor en la distancia que les separaba de la persecución, que cada vez era más cercana. Al instante vieron cómo la punta del sumergible desaparecía bruscamente bajo la superficie a la vez que la enorme ola que le seguía parecía llegar a su posición, aunque sin detenerse. Contuvieron el aliento. El enorme kraken o lo que fuera estaba a sólo unos centenares de metros y aún se les acercaba sin aminorar la marcha.
-Saedir, preparada… - Fajra se acercó al micrófono como a cámara lenta. Helga no dejaba de mirar la ola, creyendo distinguir ahora bajo ella una gigantesca mole oscura y enfurecida. Estaba tan absorta en ella que cuando el submarino salió a la superficie tardó unos instantes en darse cuenta de que lo había hecho por completo. La Primera Mecánica en cambio reaccionó al instante. - ¡Ahora!
Mientras la pequeña nave se encontraba en el aire, describiendo una trayectoria que Helga encontró irreal, algo sucedió que hizo que la ola colapsara en parte justo cuando la criatura estaba casi encima de ellos. Una señal se iluminó en el gran panel, y así supo que habían liberado la carga estática que protegía el casco frente a ataques de seres marinos. La electrificación del exterior de la embarcación y del agua que les rodeaba no se podía mantener durante mucho tiempo, pero según había oído era enormemente eficaz contra los krakens, ya que afectaba a su delicado sistema nervioso. No obstante parte del movimiento les alcanzó, y por primera vez la plataforma pareció no estar anclada al suelo del océano, balanceándose notablemente. En medio de este bamboleo, el sumergible fuera de su elemento aterrizó con un ruido terrible de metal contra metal en el extremo de la cubierta contra el que se había dirigido todo el tiempo, rebotando un poco y arrastrándose luego por la superficie de acero pintado, en la cual iba dejando una profunda cicatriz.
Las dos se acercaron todo lo que pudieron a la gran ventana mientras contemplaban el penoso recorrido del prototipo, intentando estimar si se detendría a tiempo o volvería a caer al agua del otro lado del barco. Los últimos metros fueron pasando, cada vez más lentamente. El espantoso chirrido que había acompañado el fin del viaje desapareció, y con él cesó el movimiento, a sólo unos palmos del borde de la plataforma. Suspiraron con alivio y echaron a correr escalera abajo sin mirarse siquiera.
Fajra llegó a la cubierta la primera, pero se detuvo cerca de la puerta de la torre. Helga en cambio siguió corriendo hasta llegar junto a la malograda máquina justo cuando una escotilla lateral de emergencia se abría hacia fuera. Al primero que vió asomar por ella, con gesto triunfal en su rostro curtido, fue a Dubhghaill.
-¡El Pez Volador! ¡Así le voy a llamar! - Rio pletórico mientras intentaba salir de la cabina por el hueco, que era demasiado pequeño para su gran estatura. Cuando por fin pisó fuera, se irguió e inspiró hondo, tendiéndole la enorme mano al instante. - Usted debe ser Helga von Soltau, mucho gusto.
-Igualmente. - Ella le respondió casi maquinalmente, sin hacerse cargo aún de lo extraordinario de la situación, intentando encararla con naturalidad. - Conocí a su hermano Gunnar hace poco, por cierto. Me pidió que le diera recuerdos de su parte si le veía.
-¿Si? ¿Y cómo le va con sus krakens del aire? - El Capitán le señaló con un movimiento de la cabeza hacia el interior, sin esperar la respuesta. - El señor Folkvanger creo que va a necesitar ayuda para salir.
En ese momento la mano enguantada de Kass se apoyó en el marco de la portilla de salida, seguida luego por el resto de él. Helga no recordaba haberle visto con tal mala cara en mucho tiempo. Estaba blanco como el papel, con los ojos desorbitados. Se apresuró a ayudarle a salir, aunque él rechazó en parte el gesto, pidiéndole espacio para poder respirar. Dieron un par de pasos alejándose del vehículo estrellado.
-¡Fajra!, ¿lo has visto? - Hluot-wig se dirigía a la mecánica, que no se había movido de su sitio junto a la puerta de la torre en todo ese tiempo y le miraba con franco enojo. - Ha sido fantástico, esta vez te has superado. ¡Vuela! - Soltó una fuerte carcajada. - ¡Y qué maniobrable! Suave como la seda, es un placer llevarlo. - No dejó de acercarse a grandes pasos a ella. - No han funcionado los arpones, pero bueno. Y quizá podíamos intentar aumentar algo la potencia, la vieja Caribdis ha estado a punto de pillarnos un par de veces.
Llegó junto a ella, y desde la distancia, Helga vio que el gesto de enfado en la Primera Mecánica iba creciendo, cada vez más frío y condensado. Siguió andando sosteniendo a Kassius mientras éste iba recuperando el equilibrio y el color. De repente, como un resorte que se activa, Fajra le soltó al marino una sonora bofetada a toda velocidad que les hizo detenerse en el sitio a ambos. Dubhghaill la acusó llevándose la mano a la mejilla pero sin decir nada en absoluto.
-Has cortado el cable. - Aquel reproche podía atravesar paredes por el tono empleado.
-¿Qué? Pues claro. ¿Cómo iba a probarlo con eso enganchado? - Seguía cubriéndose el lugar del impacto. - Necesito libertad de movimientos, y además, es muy corto. - Helga no le veía la cara a él, pero le bastaba con ver la de Fajra. - Perdona por lo del submarino, no sé si será recuperable. - Señaló por encima del hombro.
-¡A la porra el submarino! - Con esa mirada podía taladrar a una persona normal, y tenía los puños apretados como si fuera a volver a golpearle en cualquier momento.
-Lo siento. De verdad. - Fue a colocarle una mano en el hombro, pero se detuvo a medio camino. - ¿Por qué estás tan enfadada?
-Me tenías preocupada. - Aún con la diferencia de altura, ya que Dubhghaill le sacaba una cabeza a prácticamente cualquiera, Fajra no dejó de reprimirle con dureza, acercándose más a él. - No vuelvas a hacerlo. - El cazador de krakens se inclinó poco a poco hacia el rostro de ésta, dándoles aún la espalda a sus silenciosos espectadores.
Kassius fue a decir algo, levantando una mano para enfatizar aquello que estuviera pensando, pero no llegó a abrir la boca porque un codo se hincó en sus costillas por segunda vez en el día. La mirada que Helga le dirigió fue sumamente significativa, y por una vez, éste comprendió rápidamente la situación. En el silencio que cayó entonces en la cubierta, ambos se volvieron discretamente para dejar que la Mecánica y el Capitán arreglasen sus diferencias con un beso mecido por las olas del mar.
-¿Cree que estarán bien? - No le importó que se notara su preocupación; no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la Primera Mecánica también lo estaba por el ceño fruncido y la boca apretada.
-El motor y el casco los hemos revisado docenas de veces, eso no me inquieta. - Torció el gesto, sin dejar de mirar por el ventanal de un lado a otro. - Pero es que le puede. Le puede. Tenía que haber sabido que haría eso. Y para colmo, creo que ha cortado el cable de seguridad.
-¿Cómo? ¿Por qué iba a hacer algo así? - Parpadeó, temiendo que el piloto del sumergible fuera un demente, aunque eso le chocaba con todo lo que su compañero de viaje le había contado a lo largo de los años. Dubhghaill era osado, sí, y muy bueno en su campo, quizá el mejor, pero nunca le había parecido peligroso, y esperaba no equivocarse.
-Porque le importa un bledo todo eso, lo único que quiere es acción. Y cuando uno lleva desde los doce años cazando krakens con arpón, no hay muchas cosas que encuentre estimulantes. - Helga tardó unos segundos en digerir aquel análisis hecho con palabras tan duras, y eso sólo le hizo estar más preocupada por Kass. - No le pasará nada, nunca le pasa, pero a veces pienso que hasta le gusta ponerse en peligro. - Fajra resopló. - El mes pasado disparó un arpón autopropulsado a través del casco porque no tenía buen ángulo para dar al kraken. ¡Disparó a través del barco! - Elevó las manos al cielo, clamando. Ella la miraba en silencio, imaginando los malos ratos que le debía hacer pasar alguien así de temerario.
-Me ha parecido ver algo. - El altavoz reprodujo la voz de Niels, sacando a Fajra de su discurso enervado. - Nornoroeste. - Ambas se giraron a su derecha, guiándose por la posición del Sol. Miraron durante unos segundos, y a la vez que el vigía volvía a hablar, ellas también distinguieron algo. - ¡Ha salido a la superficie! Se ve el extremo de la escotilla y va dejando una estela enorme, creo que van a toda velocidad. ¡Vienen directos hacia aquí! Esperad… - Calló unos instantes en los que el resto del mundo pareció enmudecer también. - Llevan algo detrás. - La cazadora se estremeció, quiso pensar que de excitación, de pensar en ver un kraken vivo así de cerca.
-¿Cómo que algo, pegado? ¿¡Cómo van a llevar algo detrás, Niels!? - Fajra se acercó mucho sobre el micrófono del intercomunicador. Si el chico llevaba auriculares, entonces le había dejado sordo.
-No lo sé, pero es grande. No, grande no, ¡enorme! ¿Pero no veis el bulto que hace en el agua? ¡Por todos los dioses, jefa, eso es uno de los ancestrales! ¡Les persigue uno de clase A! - Aún sin saber qué quería decir, Helga supo que no era nada bueno por el miedo que impregnaba las palabras del muchacho.
Pero Fajra no perdió ni un segundo, volviendo a agacharse.
-¿Le habéis oído? - No retiró la mirada del horizonte, en el que se veía cada vez más claro al pequeño submarino correr hacia ellas. - Quiero los acumuladores a tope de carga listos para liberarla a mi señal, ¿entendido? Cuando yo diga, pero ni un segundo antes, Saedir. Y Heri, llena los tanques de flotación todo lo que puedas, hunde la plataforma un par de metros más si es posible.
-¿Estás segura, Fajra? - Ahí había una duda más seria de la expresada por el mecánico en sus palabras.
-¡Sí, haz lo que digo! - Devolvió su atención a Helga. - Si lo que va a hacer es estrellase contra el casco a propósito, prefiero que lo haga en un punto de los niveles justo bajo la cubierta, luego sólo tenemos que volver a alzarla inyectando gas en los depósitos.
-¿Va a empotrar el submarino contra la plataforma? - Descubrió que aquello le provocaba menos temor del esperable. Como si estuviera oyendo otra de las anécdotas del Capitán que Kassius le contaba de vez en cuando.
-No me sorprendería lo más...
-¡Está a punto de pillarles! - Niels gritó una vez más. - ¡Se les echa encima!
Ambas se lanzaron contra el cristal para intentar ver mejor en la distancia que les separaba de la persecución, que cada vez era más cercana. Al instante vieron cómo la punta del sumergible desaparecía bruscamente bajo la superficie a la vez que la enorme ola que le seguía parecía llegar a su posición, aunque sin detenerse. Contuvieron el aliento. El enorme kraken o lo que fuera estaba a sólo unos centenares de metros y aún se les acercaba sin aminorar la marcha.
-Saedir, preparada… - Fajra se acercó al micrófono como a cámara lenta. Helga no dejaba de mirar la ola, creyendo distinguir ahora bajo ella una gigantesca mole oscura y enfurecida. Estaba tan absorta en ella que cuando el submarino salió a la superficie tardó unos instantes en darse cuenta de que lo había hecho por completo. La Primera Mecánica en cambio reaccionó al instante. - ¡Ahora!
Mientras la pequeña nave se encontraba en el aire, describiendo una trayectoria que Helga encontró irreal, algo sucedió que hizo que la ola colapsara en parte justo cuando la criatura estaba casi encima de ellos. Una señal se iluminó en el gran panel, y así supo que habían liberado la carga estática que protegía el casco frente a ataques de seres marinos. La electrificación del exterior de la embarcación y del agua que les rodeaba no se podía mantener durante mucho tiempo, pero según había oído era enormemente eficaz contra los krakens, ya que afectaba a su delicado sistema nervioso. No obstante parte del movimiento les alcanzó, y por primera vez la plataforma pareció no estar anclada al suelo del océano, balanceándose notablemente. En medio de este bamboleo, el sumergible fuera de su elemento aterrizó con un ruido terrible de metal contra metal en el extremo de la cubierta contra el que se había dirigido todo el tiempo, rebotando un poco y arrastrándose luego por la superficie de acero pintado, en la cual iba dejando una profunda cicatriz.
Las dos se acercaron todo lo que pudieron a la gran ventana mientras contemplaban el penoso recorrido del prototipo, intentando estimar si se detendría a tiempo o volvería a caer al agua del otro lado del barco. Los últimos metros fueron pasando, cada vez más lentamente. El espantoso chirrido que había acompañado el fin del viaje desapareció, y con él cesó el movimiento, a sólo unos palmos del borde de la plataforma. Suspiraron con alivio y echaron a correr escalera abajo sin mirarse siquiera.
Fajra llegó a la cubierta la primera, pero se detuvo cerca de la puerta de la torre. Helga en cambio siguió corriendo hasta llegar junto a la malograda máquina justo cuando una escotilla lateral de emergencia se abría hacia fuera. Al primero que vió asomar por ella, con gesto triunfal en su rostro curtido, fue a Dubhghaill.
-¡El Pez Volador! ¡Así le voy a llamar! - Rio pletórico mientras intentaba salir de la cabina por el hueco, que era demasiado pequeño para su gran estatura. Cuando por fin pisó fuera, se irguió e inspiró hondo, tendiéndole la enorme mano al instante. - Usted debe ser Helga von Soltau, mucho gusto.
-Igualmente. - Ella le respondió casi maquinalmente, sin hacerse cargo aún de lo extraordinario de la situación, intentando encararla con naturalidad. - Conocí a su hermano Gunnar hace poco, por cierto. Me pidió que le diera recuerdos de su parte si le veía.
-¿Si? ¿Y cómo le va con sus krakens del aire? - El Capitán le señaló con un movimiento de la cabeza hacia el interior, sin esperar la respuesta. - El señor Folkvanger creo que va a necesitar ayuda para salir.
En ese momento la mano enguantada de Kass se apoyó en el marco de la portilla de salida, seguida luego por el resto de él. Helga no recordaba haberle visto con tal mala cara en mucho tiempo. Estaba blanco como el papel, con los ojos desorbitados. Se apresuró a ayudarle a salir, aunque él rechazó en parte el gesto, pidiéndole espacio para poder respirar. Dieron un par de pasos alejándose del vehículo estrellado.
-¡Fajra!, ¿lo has visto? - Hluot-wig se dirigía a la mecánica, que no se había movido de su sitio junto a la puerta de la torre en todo ese tiempo y le miraba con franco enojo. - Ha sido fantástico, esta vez te has superado. ¡Vuela! - Soltó una fuerte carcajada. - ¡Y qué maniobrable! Suave como la seda, es un placer llevarlo. - No dejó de acercarse a grandes pasos a ella. - No han funcionado los arpones, pero bueno. Y quizá podíamos intentar aumentar algo la potencia, la vieja Caribdis ha estado a punto de pillarnos un par de veces.
Llegó junto a ella, y desde la distancia, Helga vio que el gesto de enfado en la Primera Mecánica iba creciendo, cada vez más frío y condensado. Siguió andando sosteniendo a Kassius mientras éste iba recuperando el equilibrio y el color. De repente, como un resorte que se activa, Fajra le soltó al marino una sonora bofetada a toda velocidad que les hizo detenerse en el sitio a ambos. Dubhghaill la acusó llevándose la mano a la mejilla pero sin decir nada en absoluto.
-Has cortado el cable. - Aquel reproche podía atravesar paredes por el tono empleado.
-¿Qué? Pues claro. ¿Cómo iba a probarlo con eso enganchado? - Seguía cubriéndose el lugar del impacto. - Necesito libertad de movimientos, y además, es muy corto. - Helga no le veía la cara a él, pero le bastaba con ver la de Fajra. - Perdona por lo del submarino, no sé si será recuperable. - Señaló por encima del hombro.
-¡A la porra el submarino! - Con esa mirada podía taladrar a una persona normal, y tenía los puños apretados como si fuera a volver a golpearle en cualquier momento.
-Lo siento. De verdad. - Fue a colocarle una mano en el hombro, pero se detuvo a medio camino. - ¿Por qué estás tan enfadada?
-Me tenías preocupada. - Aún con la diferencia de altura, ya que Dubhghaill le sacaba una cabeza a prácticamente cualquiera, Fajra no dejó de reprimirle con dureza, acercándose más a él. - No vuelvas a hacerlo. - El cazador de krakens se inclinó poco a poco hacia el rostro de ésta, dándoles aún la espalda a sus silenciosos espectadores.
Kassius fue a decir algo, levantando una mano para enfatizar aquello que estuviera pensando, pero no llegó a abrir la boca porque un codo se hincó en sus costillas por segunda vez en el día. La mirada que Helga le dirigió fue sumamente significativa, y por una vez, éste comprendió rápidamente la situación. En el silencio que cayó entonces en la cubierta, ambos se volvieron discretamente para dejar que la Mecánica y el Capitán arreglasen sus diferencias con un beso mecido por las olas del mar.
Dedicado a Fajra y Hlout-wig.
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