Gottfried Semper (Hamburgo, 1803 - Dresde, 1850), arquitecto civil y primer presidente de la República de Sajonia.
Nacido en el seno de una familia de Hamburgo que pudo costearle una buena educación, el joven Semper demostró un vivo interés por las ciencias exactas, las cuales estudió en la universidad de Gotinga hasta los 22 años. Esta base le permitió viajar más tarde a Munich, donde obtuvo el título de arquitecto bajo las enseñanzas de von Gärtner, el cual le recomendó ante el afamado Franz Christian Gau, quien le tomó como discípulo en París en 1826. Allí además tomó interés por la ingeniería civil, maravillado por el complejo sistema de alcantarillados del que disponía la ciudad, y que más tarde en su vida supondría un hito ineludible de la biografía de este personaje. Según recuerda Semper en sus memorias, “la estancia en la capital abrió sus ojos a un mundo que desconocía, uno de sofisticación y crudeza a partes iguales”.
Probablemente, este último punto quedó grabado en sus recuerdos debido a la destructiva Revolución de Julio de 1830, la cual lanzó a la capital a un mes y medio de caos absoluto y que se saldó con la muerte de varios miles de ciudadanos que protestaron violentamente contra la monarquía. Aunque Semper no participó en la revuelta, ciertamente ésta influyó en él, y fue el inicio de su compromiso político, el cual se materializó desde el momento en que obtuvo una plaza como profesor de arquitectura en la Escuela Independiente de Alta Enseñanza de Dresde. El clima político reinante en la ciudad del Elba, joya cultural e industrial del reino de Sajonia, le permitió poner en común las ideas republicanas traídas de Francia con muchos intelectuales de su época, siendo elegido con poco más de 31 años, en 1834, miembro de la Junta Cívica. Semper contrajo matrimonio dos años después con Wilhelmina Heubner, con la cual tuvo dos hijos, ninguno de los cuales llegó a cumplir los 12 años, falleciendo a causa de una epidemia de fiebre escarlata en el invierno de 1848.
La floreciente ciudad, que en 1836 sufrió la muerte del rey elector Anton, y su sucesión por su sobrino Johann, supuso una serie ininterrumpida de oportunidades para el arquitecto, que empezó pronto a labrarse un nombre con una de sus obras más recordadas, la Sinagoga de Dresde, inaugurada en 1840, a la cual siguió un año después la que a día de hoy se considera una de las obras maestras del neorenacentismo germano, el edificio de la ópera, que quedó unido a su creador con la designación popular de Ópera Semper.
El ahora asentado y renombrado arquitecto pasó en esta época por una nueva crisis debido a acontecimientos ajenos a su control, aunque en esta ocasión éstos sucedieron a gran distancia de él, al menos en sentido físico, no así emocional: el gran incendio de su ciudad natal en 1842, supuso, en sus propias palabras en una carta a su maestro Gau ese mismo año “el repentino convencimiento de que sus obras, Dresde y todo lo que en ella había habrían de ser un día pasto de las llamas para desaparecer [...] sin dejar rastro”. Semper viajó de vuelta a Hamburgo para ayudar a la reconstrucción con sus diseños, y volvió 7 meses después a Dresde con nuevas ideas que propuso aplicar allí para evitar la desolación que venía de presenciar. El río Elba, se dijo, cruzaba ambas ciudades, y se podía aprovechar para protegerlas. Rápidamente contactó con expertos en hidráulica de las distintas instituciones científicas locales para elaborar un ambicioso proyecto para dotar las calles y plazas con sistemas de bombeo que permitieran traer el agua hasta cotas mayores y distancias considerables, cubriendo todas las zonas posibles con una red de tuberías y estaciones direccionales para dispensar agua fluvial a alta presión en los focos incendiarios antes de que éstos se expandieran lo suficiente para resultar incontrolables. A lo largo de los siguientes 6 años, Dresde fue recibiendo, no sin diversos impedimentos y varios rediseños, lo que desde entonces fue conocido de manera colectiva como el Canal de Semper. Paradójicamente, estas defensas fueron usadas precisamente para evitar que un fuego de otro tipo bien distinto se apagara.
Alentada por las distintas demostraciones que tuvieron lugar en casi todos los estados germánicos, Dresde también tuvo su propia revolución en 1849, conocida como el Alzamiento de Mayo. Numerosos miembros de la Junta Cívica, entre ellos el propio Semper, exigieron al monarca la aceptación de una constitución que transformaría el estado en una monarquía parlamentaria real, a diferencia de la existente, la cual estaba fuertemente supeditada al soberano. Éste se negó, ordenando sin éxito a la guardia de la ciudad que tomara presos a los revolucionarios, ya que el cuerpo municipal se puso de parte de éstos. El rey elector Johann se vio así obligado a recurrir al ejército, lo cual hizo que la situación escalara rápidamente, involucrando a la población, que comenzó a formar barricadas al comprender que podían ver frustrados sus anhelos, reflejados en la actuación de los representantes civiles, si los militares tomaban la ciudad.
Sin embargo, ciudadanos de una de las barreras improvisadas que no ha podido ser determinada con exactitud debido al desconcierto reinante, ante el avance de las tropas, decidió contraatacar aprovechando las defensas hidráulicas: modificaron los sistemas de bombeo de manera apresurada para que apuntaran, no a los edificios, sino a las calles, y repelieron sistemáticamente la que consideraban como una invasión. Las noticias rápidamente se extendieron, y otras barricadas empezaron a replicar estas actuaciones. De manera inesperada, el Canal de Semper se convirtió en la mejor defensa de la ciudad, lo cual sorprendió enormemente al propio arquitecto, que nunca hubiera pensado, como reconoció en el tomo inacabado de sus memorias, que pudieran usarse de esta manera. Ante la imposibilidad de los soldados de superar las barricadas, el Rey Elector Johann cedió a la abdicación a los tres días.
Semper fue designado como presidente provisional de la república que fue proclamada inmediatamente por petición popular, aunque tras los meses iniciales decidió continuar su servicio público en la Junta Civil, comprendiendo que se sentía más cómodo pudiendo contribuir a una escala más reducida. Aún ostentaba su puesto en el consejo municipal cuando en una noche de diciembre de 1850 un grupo de antiguos defensores del viejo régimen le capturaron en la calle. Sabiendo de sus intenciones y aún muy afectado por la muerte de sus hijos sólo dos años antes, no opuso resistencia, como más tarde saldría a la luz. El propio Semper pidió únicamente ver una vez más el edificio de la Ópera, que siempre fue su obra más querida, antes de morir. La petición sorprendió tanto a sus verdugos, que accedieron, ejecutándole de un disparo sobre el puente de Augusto, desde el que cayó contemplando la reconocible silueta nocturna del edificio, cuentan, sin cerrar los ojos hasta que las heladas aguas le hicieron desaparecer.
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