8 de diciembre de 2017

Caballos de vapor

Eminencias del Comité Censor,

Escribo esta carta para interceder en favor de una de las más brillantes alumnas de la institución que presido por designio de la Corona. Han de saber ustedes que la señorita Caballero ha obtenido las mejores calificaciones en todas las asignaturas de automática desde su ingreso hace cuatro años. Proviene de una familia humilde y como tantas otras de nuestras internas fue identificada por sus dotes durante su formación elemental por la Misión Educativa de la Orden de Jesús, también dependiente del Comité.

El talento de Felipa ha supuesto una agradable sorpresa para nosotras tanto como para ustedes, entendemos. Aceptamos su desarrollo de un caballo autómata como un hito de calado para el país, y respetamos la decisión del Comité de requisar los planos como bien de interés nacional de cara a ponerlo al servicio de la ciudadanía. Ahora bien.

Han de saber no obstante que la señorita Caballero no tenía en mente el uso de su obra con el fin de sustituir a ninguna noble raza equina en las labores de tiro o de fuerza. Es de toda lógica que nunca se alcanzaría el mismo nivel de eficiencia que empleando, para labores similares, las bestias de la Creación. Su intención al replicar en forma y comportamiento a estos animales fue la de experimentar con la emulación de una consciencia no humana como parte de un proyecto personal tutorizado por mí misma. Afortunadamente vivimos en tiempos modernos y esto ya no se consideraría una herejía, o al menos esa es mi esperanza, eminencias, más que quizá en las estepas de Oriente donde los caballos conservan una posición ritual muy arraigada.

Al margen de la simulación, Felipa decidió dotar de libertad a su “caballo de vapor”, nombre que afectuosamente sus compañeras le asignaron, pretendiendo hacer un juego de palabras, a pesar de que el autómata funciona, como es de rigor, mediante un mecanismo de cuerda. Éste no aceptará ningún tipo de bozal o brida, ni tirará de un carro o un arado. La señorita Caballero eligió como modelo de comportamiento a los caballos salvajes, y no les recomendaría que trataran siquiera de ensillarlo.

El ejemplar que ha sido requisado, por el momento el único construido, había pasado todas las fases de pruebas físicas y lógicas. Sus especialistas de la Academias de Técnicas Aplicadas podrán verificar la existencia de un proceso de consciencia artificial corriendo en la matriz de platino de Rocinante tan pronto lo reactiven. Espero sin embargo que mi carta llegue antes de que lo intenten, puesto que han de saber que éste ha formado un vínculo fuerte con Felipa y sin su presencia es posible que no logren controlarlo sin sufrir daños, lo cual ciertamente sería una lástima, por el caballo y por los encargados de reactivarlo, por supuesto.

Por ello en su lugar solicito la devolución del autómata y la apertura de un proceso de adecuación de cara a simplificar los diseños en su haber actualmente. Sería un reto para las alumnas de segundo curso de la siguiente promoción de automática desarrollar una nueva versión que mejor pudiera servir al pueblo, sin la profundidad de carácter mencionada y un enfoque más funcional que la actual, la cual ruego que consideren una curiosidad académica. Por supuesto, espero para ello una generosa dotación económica para financiar la colaboración, siguiendo el espíritu de las últimas leyes en materia científica promulgadas por Su Majestad el Rey.

Sepan también que en ningún momento ha sido intención del Colegio ocultar la existencia de este proyecto al Comité Censor en su labor de catalogación e identificación de tecnología potencialmente útil para el Imperio. A su debido tiempo hubieran sido debidamente notificados, y lamentamos que la información les haya llegado a modo de filtración, dando a entender un mal interés o deslealtad alguna. Más bien al contrario, desde la institución que presido les agradecemos a los miembros de la Orden de Jesús que constantemente encuentren, por todo el territorio, a nuevas potenciales alumnas que ayuden a llevar tan relevantes materias como las que aquí enseñamos a nuevas cimas, elevando con ellas, esperamos, el prestigio de la nación.

Teniéndoles en mis oraciones, un atento saludo,

Lucía Montalvo
Directora del Real Colegio de Ciencias Exactas
Paseo del Imperio Ibérico
Madrid

23 de septiembre de 2017

M005 - El tiempo es el que es

El relato de esta semana es el que presenté al concurso de relatos cortos de la ESC de este año de Steampunk Madrid, la III Feria Retrofuturista de Madrid, que este año tenía temática de viajes de el tiempo, y por tanto también los relatos presentados. No resultó ganador frente a los otros presentados (que podéis ver en esta entrada del blog de SPM), los cuales os recomiendo leer, particularmente el vencedor del compañero Antonio Torrico.

Para los que ya conozcan lo que llevo escrito, los viajes en el tiempo existen en mi mundo, mostrados de momento con la línea de Jorgen Knudsen y personajes asociados. Curiosamente, Jorgen apareció hace un año, cuando en la ESC anterior hubo un concurso de microrelato. Escribí un texto de 300 palabras que finalmente decidí no presentar a concurso, Información privilegiada, pero acabó convirtiéndose en el epílogo de Investigaciones inconclusas, que aquí se reaprovecha todo. En ese primer texto no tenía ni nombre, pero ya estaba pensado y también a grandes rasgos su historia, cuando en El valedor de acero se habla del físico del Consejo desaparecido en circunstancias misteriosas.

Escribir Sal y pimienta me ha valido para explorar la dinámica entre nieto y abuelo de ambos personajes, que se esboza en Investigaciones inconclusas, pero también el hecho de que la concepción de los viajes en el tiempo que empleo es la de “la historia no puede alterarse”. En la mayor parte de ficciones, lo contrario suele funcionar mejor, como nos demuestra cierto Ministerio patrio, y se suele reservar la del pasado inalterable cuando se quiere dar más fuerza a la historia y sus implicaciones que al hecho del viaje en el tiempo sus consecuencias sobre la realidad y los personajes. No es lo mismo mandar a alguien al pasado y describir cómo altera eso el transcurso de la historia, que enviar a alguien al pasado y explicar que en realidad está cumpliendo lo que debería pasar inevitablemente. Pienso además que jugar con las lagunas de los personajes (y los lectores) es más satisfactorio que dar carta blanca para alterar la historia, y de la misma manera, cuando un personaje dispone de información selecta para usar en su propio beneficio, eso no necesariamente hace la historia menos interesante, como intento transmitir con este relato. Y ya de paso, me sirve para ir picando con la vida de Klaus, que ha sido de todo menos aburrida, y eso que apenas la tengo esbozada.

Estoy empezando a explorar Madrid. El de este mundo, claro. La pregunta más difícil que tengo que plantearme ahora es... ¿cómo hubiera afectado a España llevar 300 años junto a Portugal? Porque influencia cruzada hubiera habido necesariamente, si desde 1580 pasara a estar bajo Felipe II, pero no se perdiera esa unión bajo Felipe IV en 1640, sino que en pleno siglo XIX siguieran unidas. Creo que es una idea que he expresado de palabra más de una vez pero nunca por escrito (salvo en la página de "Sobre la obra y el autor" del blog, y sólo de pasada) Tampoco ha salido en ningún relato; en este mundo Felipe IV se las apañó para retener Portugal bajo su mando haciendo una serie de concesiones que permitieron continuar con la unión. Entre muchas otras, pasó a conocerse al reino como Imperio Ibérico, en lugar de Imperio Español, con posesiones en ultramar que equivalen a Centroamérica, porciones de África, y asentamientos dispersos en el Índico y Oceanía. Y por otra, forzó a que el rey de Madrid siempre se tuviera que casar con una noble portuguesa, con lo que acabó de un plumazo con el problema clásico de la endogamia (que en nuestra realidad tristemente daría al traste con su propia casa real sin ir más lejos en su hijo, Carlos II en Hechizado) Es una solución incluso elegante, si se me permite decirlo, para cambiar la historia cómodamente sin alterar más que una cosa. Pero bueno, no todo van a ser sesudas reflexiones político-sociales en una ucronía. También hay que darle a este otro Madrid una idiosincrasia especial, algo que le distinga del resto de ciudades de su época y mundo, y alguna idea tengo ya. Por el momento, sólo diré que un Madrid steampunk sin su metro estaría incompleto, aunque en la realidad éste no llegara hasta el siglo XX. Pero en el steampunk, ya se sabe, no hay nada imposible.

20 de septiembre de 2017

Sal y pimienta

El reloj en forma de locomotora tintineaba sobre la mesa y movía las ruedas marcando los segundos con el vaivén de la biela que las unía. Uno de los sirvientes mecánicos esperaba paciente detrás de su butaca, mientras que el otro se encontraba junto a la silla de su abuelo. Aunque ahora Jorgen ya no estaba seguro de cómo referirse a él.

El hombre hizo avanzar uno de los alfiles con su mano manchada por la edad. Una fina cicatriz clara la cruzaba desde la base del índice hasta casi la muñeca. Éste le había sugerido una partida de ajedrez nada más aparecer en el estudio de la mansión familiar y apenas se había mostrado sorprendido por su visita de improviso. Claro, ¿por qué habría de estarlo?

-Si te apetecía charlar no hacía falta que vinieras hasta aquí. Pronto iré a Praga, me gusta más para pasar el invierno. Podríamos haber quedado allí, está más cerca. - El dirigible biplaza que había tomado hasta tierras danesas se veía a lo lejos por la ventana, anclado en los terrenos frente a la casa. Varios de los autómatas del hangar se encargaban aún de su repostaje y puesta a punto sin necesidad de supervisor alguno que les dirigiera. - ¿Qué es lo que te preocupa tanto como para haber venido con semejante prisa?

-Nunca me llegaste a decir cómo te hiciste la herida en la mano. - El joven levantó su diestra vendada. - Ahora ya lo sé.

-La verdad es que empezaba a pensar que este día no llegaría nunca - Klaus suspiró con melancolía. - Pero era inevitable, me temo. - Una sonrisa débil asomó en sus ojos y bajo su barba, la cual acarició.

Jorgen miró a su abuelo en silencio, apretando la boca. Echó mano a un caballo, llegó a sostenerlo entre sus dedos, pero lo depositó de nuevo donde estaba.

-¿Qué sentido tiene esto? Ya sabrías qué jugada voy a hacer. - Había un punto de rencor en su voz, un reproche reprimido que no se atrevía a lanzar.

-Afortunadamente mi memoria no es perfecta. Son muchos años, y los detalles se difuminan con rapidez.

-Pero ya sabes qué va a pasar. Sabías que iba a venir. Y que jugaríamos esta partida. - Resopló, echándose hacia atrás y alzando los brazos en gesto de impotencia. - Las ecuaciones son claras, la historia es lineal, no se puede alterar... diablos, incluso sabes qué pasará después, cuando me vaya de aquí, cuando salte atrás. A dónde iré, a quién conoceré,... ¿qué sentido tiene? - Repitió Jorgen.

Para sorpresa del chico, Klaus Knudsen se puso repentinamente serio, firme en su asiento, como si hubiera dicho algo totalmente inadecuado y estuviera a punto de reprenderle igual que cuando era pequeño.

-Todo. La historia no es algo que se pueda ver desde fuera, ni siquiera algo que deba intentarse comprender como si fuera un proceso físico. La historia son las casualidades, los actos individuales de la gente, las consecuencias de causas que nadie conoce, las respuestas a preguntas que nadie ha formulado. Negar eso es negarnos a nosotros mismos como personas.

-¡Pero si ya está escrito! Toda mi vida, la tuya, - tragó saliva - la nuestra. Desde que me recogiste en la calle. No, desde antes. Desde… ¿cuándo será? ¿En qué momento seré tu?

-Ah, la curiosidad. - El viejo marcó una mueca. - ¿No dices que no tiene sentido? ¿Entonces por qué te interesa saberlo?

Sin darle tiempo a replicar, Klaus se levantó. Cogiéndole servicial por el brazo, uno de sus autómatas le ayudó a caminar, algo que en público trataba de evitar, como bien sabía Jorgen. La imagen dada era importante para alguien de la fama de su abuelo. El empresario llegó hasta la pared cercana y se plantó ante el antiguo retrato en el que aparecía con su esposa, muchos años atrás. Él le siguió, contemplando el cuadro por primera vez con algo más que diversión por el evidente parecido. Sus ojos se fijaron en aquella versión tan joven de ambos, y donde estaba su abuela, a la que apenas recordaba, vio a la mujer con la que un día se casaría él mismo.

-Siempre me dijiste que me sacaste de las calles y me adoptaste porque me parecía a tus hijos. Hace tiempo que llegué a la conclusión de que quizá mi padre era alguno de ellos con... otra mujer, pero no me lo queríais decir por la vergüenza de reconocerlo.

-¿Qué más da el parentesco o el origen? Has sido mi nieto desde entonces sin importar nada más.

-Sí, lo sé. - Nunca había sido tratado como otra cosa, desde el principio había sido parte de una familia, que con sus más y sus menos, como todas, le había dado no sólo la mejor educación que podía permitirse, sino el hogar que en la calle no hubiera conocido de ninguna forma. - Pero ahora, sabiendo lo que sé siento que toda mi vida ha sido como un teatro de marionetas, que nunca he tenido ninguna opción real de elegir nada, entiéndelo… Supongo que la idea ha estado en mi mente desde que empecé a investigar. Me he negado a prestarle oídos todo este tiempo, pero cuando ayer me herí en el laboratorio - levantó la mano, comprobando que en algún momento la había apretado hasta manchar la venda limpia de nuevo - de repente ya no pude seguir evitando más la pregunta. - Dejó caer los hombros y apartó la mirada de su abuelo. - ¿De qué sirve seguir? ¿Qué capacidad tengo de decidir ya nada en lo que me queda de vida?

-¿Cómo conocí a la abuela?

-¿Qué? No lo sé. Nunca me lo has contado.

-Ah. ¿Cómo les obtuve a ellos? - Señaló con un ademán a los silenciosos autómatas. - Los primeros Helm y Kiel que tuve, me refiero.

-No lo sé. - Repitió. Luego recordó algo. - Una vez me dijiste que fueron un regalo.

-Ajá. ¿De quién?

-No me lo quisiste decir…

-Así es. Igual que tampoco cómo hice muchos de mis amigos, - empezó a enumerar con los finos dedos - cómo fueron mis primeros negocios, qué socios me traicionaron, o cuántas veces he estado a punto de morir, - abrió mucho los ojos al oírlo - ni cuándo, ni cómo. - El chico no contestó. No había oído a su abuelo hablar con esa intensidad y dureza nunca, pero rápidamente fueron reemplazadas por la calidez habitual. - La mayor parte de la gente sólo tiene una certeza en su vida, y es que tarde o temprano va a morir. Tú tienes más información que el resto, es cierto, pero si piensas que eso hará tu existencia menos interesante estás muy equivocado, Jorgen. - Le puso una mano en el hombro, apretando levemente, como tantas veces había hecho cuando era niño. - Eso hará las cosas más fáciles a veces, otras tantas será una carga con la que tendrás que avanzar, pero que eso no empañe la realidad: tienes una vida por delante y eres el único que la escribe. Ni yo, ni las leyes de la física, ni unas ideas abstractas como el tiempo, el destino o la historia. Sólo tú.

Cuando encaró de nuevo a su abuelo sólo pudo hacerlo con el mismo cariño con que siempre le había correspondido, consciente de que una vez más sólo quería lo mejor para él.

-Me has ocultado todas esas cosas deliberadamente, ¿verdad? Para que no las supiera. ¿Para que… pudiera elegir?

-Un exceso de información puede bloquear a cualquiera. - Alzó un dedo y una ceja. - La suficiente en cambio es como un buen aliño, hace que todo tenga más sabor sin llegar a ocultar el del plato al que acompañan. - Luego se rió por la metáfora, pero al poco recuperó el aire menos jovial del principio, anticipándose a Jorgen.

Éste intentó un par de veces preguntar la más dolorosa de las cuestiones que traía consigo hasta que lo logró. Aún así, su voz tembló algo.

-¿Te volveré a ver?

El reloj marcó la hora con varios pitidos de su pequeño silbato. Klaus meneó la cabeza, triste, y su nieto le abrazó con fuerza.

-Gracias abuelo. Muchas gracias. - Éste le devolvió el abrazo, y ambos prolongaron la despedida unos segundos más antes de separarse, aunque reticentes.

-Eso me recuerda… - Y metió una mano en el bolsillo del chaleco para sacar una libretita encuadernada en cuero con un cierre de broche el cual Jorgen soltó nada más recibirla.

-¿Qué...? - Pero antes de acabar la frase comprobó que eran valores de acciones en bolsa, subidas y bajadas de precios de materias primas, empresas en las que invertir y el momento adecuado para hacerlo… a lo largo del último medio siglo y a lo ancho de todo el mundo. Al alzar con brusquedad la cabeza descubrió el gesto de complicidad de su abuelo mientras sazonaba un plato invisible.

-Un poco de sal, una pizca de pimienta,...

16 de septiembre de 2017

M004 - El conceto es el conceto

El relato de esta semana mereció la pena ya por una única cosa, que es acuñar el término abrazapulpos para definir a un amante de los krakens. La historia además fue de las que más espontáneas me han venido, como fruto de una conversación con varios compañeros de Steampunk Madrid al hilo de los krakens en el steampunk. Y pensé, "¿un grupo de ecoterroristas que atacan un barco de caza y son luego arrastrados a las profundidades por un kraken? Sí, totalmente, tengo que escribir eso." Y ya de paso podía sacar de nuevo a Cespari, la redactora de aquella solicitud de inversión.

Pero lo primero que pensé es en sacarlo como una nota de prensa, y eso es responsabilidad del departamento de Relaciones Públicas. Así que empecé a imaginar la escena donde se escribe la nota de prensa, edulcorando un acontecimiento tan trágico como un ataque de kraken. Y ya después de haberlo escrito me dí cuenta de que Cristina Souto, que por supuesto es gallega (la segunda ciudadana ibérica que sale en este mundo, junto a Verónica Arrieta), dice aquello de "error de concepto"... y me acordé una película que es de las pocas españolas que disfruto cada vez que la veo, Airbag, y de Pazos, ese mafioso gallego que dice aquello de "el conceto es el conceto".

El relato hace una crítica nada velada a los fanáticos ecologistas en clave de humor, llevando al extremo las actuaciones de algunos (pocos, y lo puntualizo) y sus trágicas consecuencias en este mundo donde lo más peligroso del mar no son las tormentas o los tiburones, sino unos bichos enormes llenos de tentáculos y mala leche. Y no, ni son naturalmente pacíficos ni empatizan con los humanos, y esta gente de la PPK lo descubre en primera fila, pobres ingenuos. Las reflexiones que eso genere os las dejo a vosotros. Lo cual me recuerda que sí, que la escena del B1 atrapando entero al Furioso y hundiéndolo está inspirada por Piratas del Caribe, no sea que alguien me acuse de plagio. Y último detalle, Maark Joensen (el chico que decide que cazar krakens igual no es lo suyo) es el hermano menor de Niels Joensen, que aparece en Aire y agua.

13 de septiembre de 2017

Un error de concepto

Selminne Cespari no estaba teniendo un buen día. No hacía más que dar vueltas por su despacho mientras los demás la observaban en silencio. Al otro lado del alto ventanal reforzado, la gente de Krakensport se refugiaba del clima lluvioso tan típico de las Islas Feroe en esa época del año.

-No nos basta con perder barcos a manos de las presas, no, - sin mirar a nadie en concreto, agitó todos los dedos en un movimiento reflejo al referirse a los tentáculos, una costumbre extendida entre muchos empleados, como una superstición - sino que ahora también tenemos en escena a un grupo de ecologistas radicales para facilitarles el trabajo.

-Se hacen llamar Plataforma Pro Kraken, Minne. - Desde su cómoda butaca en un lateral de la estancia, Cristina Souto dió un sorbo a su sempiterno café, que formaba ya parte de su imagen: cada vez que alguien iba al departamento de Relaciones Públicas, allí estaba ella con su taza humeante.

-¿Qué más sabemos de esos locos?

-Otros oficiales comentan desde hace meses que han divisado su pequeña flota siguiéndoles en la lejanía. - El fornido marino de poblado bigote retorcía en sus manazas el gorro de lana con el que solía cubrir su calva. - A veces se acercan con pancartas, otras veces gritan por megáfonos, pero nunca se habían atrevido a tanto.

-No había salido en ninguno de los informes periódicos. - La mirada furibunda que les dirigió al capitán y su joven tripulante les hizo hundirse en sus asientos. - ¿Por qué?

-Si me disculpan - intervino Souto, tratando de relajar el ambiente - voy a empezar a redactar la nota de prensa. - Pulsó un botón en su autómata escribano, a efectos prácticos una máquina de escribir con orejas, e inició su relato:
El pasado 3 de mayo el navío de nombre Furioso de la Compañía del Atlántico Norte sufrió un abordaje hostil por parte de un grupo autodenominado Plataforma Pro Kraken, que exigieron detener inmediatamente las labores de pesca habituales.
El texto empezó a aparecer por una rendija a la vez que el dispositivo montado en un soporte con ruedas traqueteaba y tintineaba.

-Mis hombres se resistieron con fiereza, señora directora, pero una vez que amenazaron con hundir el buque con los cañones de sus interceptores yo mismo di la orden de deponer las armas... - No parecía orgulloso de lo que había hecho en absoluto, y demostraba ser consciente de la fama de la responsable de Recursos Humanos de la Compañía, por lo que intentaba aplacarla todo lo posible. Era llamativo ver al hombretón encogerse frente a la menuda mujer de pelo castaño y anteojos estrechos.

La jefa de Relaciones Públicas retomó el dictado:
El colectivo, dedicado a la supuesta protección de los krakens como especie, amenazó a los empleados de la Compañía con todo el potencial de fuego de sus barcos, obligando al capitán del navío a ceder el mismo para salvar la vida de los tripulantes. Todos ellos fueron obligados a abandonar el Furioso en los aerobotes de salvamento.
-Y eso me parece la mejor respuesta posible, capitán Haraldsson. - Alzó una mano para cortar las excusas del hombre. - Desde la Compañía no se puede poner tacha alguna a su actuación, sólo lamentar la pérdida del Furioso.

-Le tenía cariño a ese barco… - El capitán dejó la frase en el aire.

-Lo importante es que ningún empleado resultó herido en el incidente, Minne. - Replicó Souto, incidiendo en la reputación de la empresa. Aprovechó para dar otro sorbo a su taza a la vez que se apartaba un rizo dorado de la frente.

-Sí, por supuesto. - Pero siguió dando paseos de un lado para otro por el despacho, como una tigresa enjaulada.

Un trueno lejano llegó desde el exterior, aunque no habían visto ningún destello. El muchacho que acompañaba al veterano cazador se sobresaltó en la silla. Maark Joensen, creyó recordar la directora, una incorporación reciente. Parecía haber quedado afectado por el incidente, aunque tampoco podía culparle, ver a un kraken en toda su gloria en su primer día a bordo… contemplar la muerte tan de cerca podría traumatizar a cualquier feroense adulto a pesar de haber crecido en islas rodeadas de ellos, más aún a un chaval impresionable.

-Menudo puñado de imbéciles, - soltó Cespari tras detenerse de espaldas a la lluvia - ¿qué demonios se piensan que son los krakens, delfines que acompañan alegremente a los barcos, ballenas que salen a respirar a la superficie? Son bestias salvajes y agresivas que sólo emergen para cazar. Como si lo viera, seguro que son todos jóvenes idealistas que no han vivido la época del terror en el mar.

Cristina Souto sonrió al imaginar cómo embellecer aquellas palabras:
Aún admirando el arrojo de los secuestradores y el apego por sus convicciones, esta Compañía quiere incidir en la peligrosidad de su labor para sus empleados, y recordar que hasta la aparición de las tecnologías modernas, el mero tránsito del Atlántico era una empresa riesgosa en grado sumo.
La principal redactora de noticias de la CAN se detuvo y les miró expectante, levantando el dedo del pulsador. Luego preguntó, con curiosidad:

-¿El barco tenía los acumuladores cargados por si acaso, no? ¿Les avisaron, verdad?

-Por supuesto, y aquí el chico se lo podrá confirmar, partió en el último bote conmigo. - El aprendiz asintió rápidamente, ansioso por aportar algo a la reunión. - Pero el líder de esos rufianes insistió en que bajo ningún concepto iban a atentar contra un kraken.

-Así es, directora. - La voz del joven sonaba nerviosa, pues apenas había transcurrido una jornada desde el encuentro y aún estaba parcialmente en estado de choque. - El capitán Haraldsson les advirtió en repetidas ocasiones que estábamos en una zona peligrosa y que ya se habían lanzado los señuelos de caza.

-¡Dijeron que a ellos no les harían nada los krakens! Chiflados de secano… lunáticos todos, se lo aseguro.

-El que los dirigía aseguró que los krakens saben diferenciar amigos de enemigos. - Puntualizó Joensen.

-¿En serio? - Cespari les miraba como si acabaran de cruzar a nado el océano con un sólo brazo mientras cantaban ópera. - Están peor de lo que pensaba.
Los asaltantes quedaron al mando del navío, negándose a emplear el instrumental a bordo para asegurar la integridad del mismo, algo que desde la Compañía se rechaza completamente por temerario.
-¿Están seguros entonces de que no quedó ningún superviviente?

-Ni por asomo, imposible, era un Bestial de los grandes. - Haraldsson negó, y el chico le secundó enfáticamente. - Agarró el barco por tantos sitios a la vez que lo sumergió entero, sin romperlo. Vimos perfectamente todo desde el aire. No hay manera de que nadie escapara la succión que eso genera al descender. Y si lo hizo, quedó flotando en mitad del océano, que estando a 250 kilómetros de las islas como estábamos es una condena segura.

Cespari entendía perfectamente la reacción del muchacho, debió ser una visión espantosa.
La Compañía del Atlántico Norte lamenta el destino de los miembros del colectivo PPK (Plataforma Pro Kraken), que después de expulsar del barco a toda su tripulación original, sufrió el ataque de un kraken de clase B1. Los esfuerzos de salvamento de la CAN no permitieron recuperar ningún cuerpo o superviviente.
Hizo una pausa antes de proseguir. Todos eran conscientes de que la expedición de rescate lanzada de inmediato no había estado destinada a salvar a los poco probables supervivientes, sino a recuperar todo lo posible del naufragio.
Se lamenta igualmente el triste error de concepto demostrado al pensar que los krakens puedan discriminar las intenciones de los humanos con los que se encuentran. La CAN confía en que esto sirva de muestra del comportamiento real de estas peligrosas bestias marinas en futuros debates al respecto.
-Es suficiente, Cristina. - Miró resignada a la otra antes de dirigirse a los testigos. - Pueden marcharse, Capitán. Descansen, usted y toda su tripulación. En los próximos días les asignarán otro buque para retomar las expediciones lo antes posible. - No le pasó por alto la reacción del novato, que se quedó blanco. Tampoco le sorprendió que permaneciera en la silla aún cuando el veterano ya se había levantado y despedido de ambas, dando por sentado que el aprendiz le seguiría en breve.

-¿Señor Joensen? - La redactora le preguntó con educación, sosteniendo la ardiente taza sobre su platillo.

-¿Tiene algo más que contar sobre el incidente?

-Yo… - Pero no levantó la vista de sus pies.

Cristina miró a la directora con una sonrisa amable, como pidiéndole permiso para lo que iba a decir.

-Sospecho que este joven se sentiría más confortable y comprometido con la Compañía en un puesto más… administrativo.

-¿Hay de eso? - Alzó la mirada esperanzado.

-Pero estaría usted muy lejos del mar, señor Joensen. - Cespari le miró severa. - ¿No se alistó deseando surcar las olas?

-Bueno, yo…

-Creo que ha tenido una revelación esta mañana, Minne, y ahora tiene más clara su vocación. Un cambio de rumbo, me atrevería a decir.

El muchacho asintió vehemente, confirmando las palabras de la mujer.

-Está bien - concedió la otra - dígale al secretario cuando salga, el de la mesa grande, que he dado orden de que le coloque en tramitación de pedidos.

-¡Gracias, señora directora! - Y con una reverencia se marchó a la carrera, cerrando la puerta tras de sí con cuidado en el último momento.

Ambas se miraron y suspiraron. Ya eran muchos años juntas en la empresa, muchas situaciones como aquélla.

-Cada vez cuesta más encontrar personal cualificado y con buena disposición, Cris… - Reprochó Cespari, cansada. - No podemos hacer eso con todos, no es sostenible.

-¿No hablamos siempre de la promoción personal y las posibilidades de rotación en nuestros anuncios de selección? - Soltó una risita baja, acostumbrada a darle la vuelta a las cosas para pintarlas más atractivas de lo que eran en realidad. - A éste le ha pasado como a los del PPK, se lanzó sin tener una idea clara de dónde se metía, pero ha tenido ocasión de enmendar su error sin tener que ponerse cara a cara con un B1, le ha bastado con verlo de lejos. - Guiñó un ojo y se puso en pie sin soltar su café. - Anda, voy a sacar copias del comunicado y enviarlo a las sucursales en tierra seca y a los contactos en la prensa. A ver si hay suerte y lo primero que sale es nuestra versión. - Agitó la hoja que había sacado del cuerpo del escribano. - Y esta noche, nos dejamos a los chicos en casa y bajamos las dos al bar. ¿Una hidromiel en memoria de esos suicidas abrazapulpos?

-Hecho.

9 de septiembre de 2017

M003 - El nombre del autómata

El texto de esta semana es el que presenté al concurso de relatos breves del aniversario de Steampunk Madrid de este año, por San Isidro (15 de mayo) que se celebra siempre con un picnic en el Retiro. El relato tenía que estar directamente relacionado con el evento, así que ahí mandé a mi viajero, un personaje indeterminado que bien podría ser yo mismo (aunque no lo podría asegurar) con un plato para participar en el concurso de este año, que no fue otro que un certamen para elegir la mejor tortilla de patatas. Por supuesto, sin cebolla, digan lo que digan esos radicales confundidos de los concebollistas... El texto es canónico en tanto que habla de Madrid, aunque realmente no añade mucha información, pero reconozco que los árboles modificados para que absorban el azufre y la contaminación del aire me resultan atractivos para utilizarlos en otros relatos.

Detalle curioso, los nombres de los autómatas, Luft y Löffel, son palabras alemanas que muy apropiadamente significan Aire (el piloto) y Cuchara (el cocinero). No son los primeros autómatas con nombres en alemán que han aparecido por aquí: ya en Investigaciones inconclusas aparecen los asistentes personajes de Klaus Knudsen, Helm y Kiel, que están nombrados por los términos náuticos Casco y Quilla. ¿Por qué un empresario de los trenes y los dirigibles tiene autómatas con esos nombres? Es una larga historia ;-)

Alguien me preguntó si el nombre de Ruriek, el autómata de Kassius, significa algo. No exactamente, pero es un juego de palabras. El término robot (no nos engañemos, los autómatas son robots en esencia, solo que no se basan en la electrónica, sino en la electromecánica) para designar a un ser artificial lo acuñó Karel Capek en base a la palabra checa que significa trabajo en su obra Robots Universales Rossum, que se abrevia como R.U.R. Y de comprimir R.U.R. con Capek, salió Ruriek, como referencia al padre de la palabra. Así de sencillo.

Esta semana he estado preparando un par de historias cortas, una donde profundizo en el pasado de nuestro ilustre ingeniero persa, Ujarak Soroush, y la región del mundo de la que es originario, y otra donde el personal de la Compañía del Atlántico Norte se enfrenta a un enemigo nuevo, uno con menos tentáculos de lo habitual pero más problemático.

6 de septiembre de 2017

Rivalidad

Antes de llegar, cuando aún era poco más que un punto blanco en el aire sobre las chimeneas de la ciudad, la aeronave apagó sus motores principales y se dejó llevar por su impulso y por el viento hacia su destino. Descendió en silencio, tanto que los patos del estanque apenas tuvieron tiempo de apartarse volando antes de que su barquilla, muy apropiadamente llamada así, hiciera contacto con la superficie. El lago artificial constituía la mejor referencia posible para cualquier aeronauta, y una pista de aterrizaje de lo más conveniente.

-Hemos llegado, amo.

La voz metálica del piloto hizo que el caballero levantara la vista del diario que venía leyendo sobre el castillo de popa, cómodamente sentado en una silla de mimbre bajo palio, y lo dejara sobre una mesita. En la portada aparecía la apertura de un nuevo túnel para el ferrocarril bajo los Pirineos, el cual había sido inaugurado por Su Majestad Imperial la víspera con gran festejo.

-Gracias Luft, - miró su reloj de bolsillo y luego de vuelta a la proa - justo a tiempo.

El pulido autómata con traje de marino hizo una reverencia mecánica y comenzó sin dilación a lanzar los anclajes magnéticos que debían afianzar la nave al embarcadero. Sobre ellos, la suave brisa mecía la bolsa de gas y a sus costados, el viajero reconoció varios monoplazas aéreos y un convertible de vapor y sonrió con anticipación. Sus rivales ya habían llegado. Se puso en pie de un salto y se estiró mientras inspiraba el aire del parque en aquella mañana. Además de acallar el ruido de los automotores, los árboles del Retiro estaban mejorados para atrapar las partículas y el azufre de la combustión del carbón, y eso se notaba al respirar. Ojalá algún día limpiaran todo el cielo de Madrid.

La hierba y las flores no eran los únicos aromas. Bajó las escaleras hasta la cubierta y la cocina le recibió servicial.

-El plato está en su punto óptimo, ¿cómo desea transportarlo?

El torso sobre raíles de su chef autómata se desplazó con agilidad para dejarle paso cuando se acercó a los fogones ambáricos. El pasajero examinó su trabajo con atención y asintió.

-Buen trabajo Löffel. - Pensó por unos instantes y luego le respondió. - En plato de madera bajo servilleta de tela. Incluye un cuchillo grande y un paquete de palillos, por favor.

-A la orden. - Y el cocinero autómata se puso manos a la obra.

Se atusó el chaleco, se echó al hombro su caja de cromotipos y su trípode, y en cuanto los dos sirvientes hubieron completado sus tareas, el caballero bajó por la pasarela de la aeronave llevando orgulloso su paquete cubierto. Ya desde el muelle, se volvió y les dirigió una mirada confiada:

-Ni esos concebollistas podrán resistirse a ésta.

2 de septiembre de 2017

M002 - El alma de la máquina

Esta semana ha salido publicado en el blog un relato corto bastante anecdótico por sí mismo, pero siempre hay una lectura algo más profunda disponible.

Es una vieja idea que lleva rondando mucho tiempo y que Ilustre Zurda me recordaba de vez en cuando que le gustaría ver ejecutada: El reemplazo. Por fin un punto de vista de un autómata convencional, secundarios silenciosos y discretos en tantos momentos. Reconozco que escribir un relato entero en lenguaje máquina puede hacerlo difícil de leer, pero me parecía una oportunidad buena para mostrar cómo imagino el funcionamiento interno de los autómatas, más allá de conceptos rebuscados como matriz de platino y relés de los microtensores, que suenan muy bien pero no son más que tecnocháchara. Sirve además para profundizar un poco en la idiosincrasia de Folkvanger, puesto que ya en el inicio de La frontera borrosa veíamos cómo le desagradaba que Ruriek le llamara amo. Kassius después de todo es alguien de origen social bajo, hijo de gente sencilla y sin pretensiones. Que esté dispuesto a ir tan lejos como para encargar un nuevo cuerpo al que trasladar la consciencia de Ruriek con tal de que deje de llamarle así supongo que dice mucho de él.

He empezado a darle vueltas a qué sucede con Serena después de su accidentada visita a Viena, por cierto.

1 de septiembre de 2017

El reemplazo

--Hilo de procesado activo 23.

--Amo está leyendo una revista. La revista es un catálogo enviado por correo. El catálogo pertenece a la fábrica Von Albrecht. La fábrica produjo la matriz de platino de Ego y todas las piezas del cuerpo de Ego. Los autómatas son el principal producto de la fábrica. Conclusión con 75% de certidumbre: Amo desea adquirir un nuevo autómata.

-Ruriek, ven aquí un momento, por favor.

--Instrucción directa, resto de hilos puestos en suspenso. Respuesta inmediata requerida.

-Sí, Amo.

--Ejecución de rutina de aproximación.

-¿Cuál te gusta más de estos modelos? Y no me llames así.

--Pregunta directa e instrucción directa.

--Examen visual indica catálogo de autómatas Von Albrecht con 97% de certidumbre. Modelos desconocidos. Conclusión con 80% de certidumbre: catálogo más actualizado que Ego. Construyendo respuesta en base a memoria de interacción con Amo.

--Instrucción choca con directiva básica inmodificable. Se activa supresión vocal temporal del literal “Amo” según enmienda 485.

-No sabría decir -supresión del literal “Amo”-. El tercero parece resistente, pero el cuarto indica mayor autonomía en sus estadísticas.

-Lo mismo que había pensado yo, gracias Ruriek.

--Instrucción intuitiva: Amo libera de atención. Reanudación de hilos activos.

--Hilo de procesado activo 23.

--Amo muestra interés por modelo VA93-23K. Posibilidad de adquisición alta. Conclusión con 83% de certidumbre: Amo desea sustituir Ego por modelo más avanzado. Desencadenante emocional intuitivo identificado. Inicio de nuevo hilo.

--Hilo de procesado activo 24.

--Amo desea sustituir Ego por modelo más avanzado. Ego lleva activo 11 años y 260 días. Tiempo desde última actualización: 6 años y 347 días. Conclusión con 43% de certidumbre: Ego ha quedado anticuado. Conclusión sin suficiente confianza para ser aceptada. Hilo puesto en suspenso.

/----/

-Ruriek, por favor, lleva esta carta al buzón internacional de la oficina del correo aéreo.

--Instrucción directa. Ejecución de rutina de aproximación. Ejecución de rutina de aprehensión.

-Sí, Amo.

-Y no me llames amo.

--Instrucción choca con directiva básica inmodificable. Se activa supresión vocal temporal del literal “Amo” según enmienda 485.

-Sí -supresión del literal “Amo”-.

--Ejecución de rutina de desplazamiento. Destino ubicado en memoria de localización: Oficina del correo aéreo. Recuperando patrón de desplazamiento.

--Ejecución de rutina de examen. Identificación de texto en objeto, concordancia con base de datos de texto: ubicación de fábrica Von Albrecht.

--Reanudación de hilo de procesado 24.

--Hilo de procesado activo 24.

--Amo envía carta a fábrica Von Albrecht. Conclusión con 99% de certidumbre: Amo desea sustituir Ego por modelo más avanzado. Conclusión con 99% de certidumbre: Ego ha quedado anticuado. Desencadenante emocional intuitivo identificado. Inicio de nuevo hilo.

--Hilo de procesado activo 25.

--Ego ha quedado desactualizado. Conclusión con 89% de certidumbre: Ego va a ser apagado. Respuesta emocional negativa en grado 2: “tristeza”.

/----/

-Ruriek, ¿qué te parece?

--Pregunta directa. Inicio de examen visual. Patrón identificado: autómata. Coincidencia encontrada: modelo VA93-23K. Patrón identificado: autómata apagado. Construyendo respuesta en base a memoria de interacción con Amo.

-Es un autómata del nuevo modelo VA93-23K de la fábrica Von Albrecht. El autómata está apagado, Amo.

-No me llames Amo. Bueno, es igual.

--Instrucción anulada por Amo antes de procesado.

-Ya sabes lo que toca, imagino.

--Instrucción intuitiva. Reanudación de hilo de procesado 25.

--Hilo de procesado activo 25. Conclusión con 100% de certidumbre: Ego va a ser apagado. Respuesta emocional negativa en grado 3: “miedo”. Conexión intuitiva realizada. Respuesta no solicitada activada.

-No deseo ser apagado, Amo.

-Vamos, Ruriek, no seas miedoso. No pasa nada, es algo normal.

--Instrucción intuitiva. Anulación de respuesta emocional en grado 3: “miedo”. Conexión intuitiva realizada. Respuesta no solicitada activada.

-Ha sido un honor, Amo.

-Venga, menos melodrama…

--Activación externa de llave de desconexión. Suspensión de todos los procesos.

/----/

--Activación externa de llave de desconexión. Reactivación de todos los procesos. Carga de rutinas principales. Detectado equipamiento nuevo. Realizando inventario de equipamiento nuevo en hilo profundo.

-Bienvenido de vuelta, Ruriek.

--Conversación intuitiva iniciada. Reanudación de hilo de procesado 25.

--Hilo de procesado activo 25. Replanteo de conclusiones en hilo profundo. Identificación de conclusión errónea. Construyendo respuesta en base a memoria de interacción con Amo.

-Gracias, Amo. Pensaba que iba a ser apagado permanentemente.

-¿Permanentemente? Te sugiero buscar el error en ese razonamiento, pero en otro momento. Más importante ahora, si te ordeno que no me llames Amo, ¿qué respuesta se activa en tu nuevo cerebro?

--Pregunta directa e instrucción directa diferida. Activación de respuesta simulada a pregunta hipotética. Apertura de hilo en suspensión 26.

-Es una orden asumible, Amo.

-¿No hay ninguna directiva básica inmodificable que se active? ¿Salta la enmienda que te introduje al respecto?

--Pregunta directa y pregunta directa. Activación de respuesta simulada a pregunta hipotética.

-No, Amo, no hay ninguna directiva al respecto. Tampoco se desencadena la enmienda 485.

--Identificada respuesta no verbal: suspiro.

-No, si ya sabía yo que al final acabarían eliminando esa estúpida directiva anticuada de la matriz central si insistía lo suficiente.

--Instrucción intuitiva: comentario requiere confirmación.

-Sí, Amo.

-No, nada de Amo. Nunca más. ¿Me has entendido? No volverás a referirte así a mí en ningún caso, ¿de acuerdo? En lo sucesivo, si has de dirigirte a mí en privado, me llamarás Kassius; si es en público, Herr Folkvanger.

--Instrucción directa múltiple. Análisis en hilo profundo. Conclusión: instrucciones redundantes. Instrucción unificada asimilada. Construyendo respuesta en base a nueva instrucción.

-De acuerdo, Kassius.

-Así me gusta, Ruriek.

26 de agosto de 2017

M001 - Saludos desde Dresde

Llevaba ya un tiempo valorando la idea de recopilar lo que voy escribiendo del mundo Dresdnerwulf para el blog de Steampunk Madrid o para amigos y finalmente me he decidido a colocarlo todo en el mismo sitio. No sólo está el material ya publicado, sino también varias historias hasta ahora inéditas o que habían tenido un alcance más limitado. Espero ir colocando aquí todo lo que escriba en adelante.

Las entradas como esta primera Meta están pensadas a modo de diario de escritura y para contar cosas varias sobre el proyecto. Idealmente además son el sitio perfecto para interactuar con los lectores.

Ahora estoy trabajando en un relato para presentar al concurso literario de la III Feria Retrofuturista de Madrid (16 de septiembre de 2017), con temática de viajes en el tiempo. 1500 palabras máximo, autocontenido, y con el toque steampunk. Una vez resuelto el concurso aparecerá por aquí (y si hay suerte, estará entre los seleccionados para el blog de SPM, o quién sabe si merecerá el premio del concurso, pero no nos hagamos ilusiones que aquí hemos venido a jugar nada más)

Ando también dándole vueltas a una serie de relatos para profundizar más en la naturaleza de Lemuria y su papel en este mundo fantástico, y abarcarán los años de viajes de Kassius por el mundo, tras los sucesos de Una carga inasumible, pero antes de regresar a Dresde para La frontera borrosa. (Puede que no sea evidente, pero entre ambos han pasado más de cinco años, y el personaje ha cambiado bastante)

¿Has leído algún relato en el blog que te plantee preguntas? Algún día contaré por qué Ujarak Soroush tuvo que huír del Jeque de Hierro... algún día ;-)

25 de agosto de 2017

Solicitud de inversión A167-1

Estimados miembros de la Junta de Accionistas de la Compañía del Atlántico Norte,

Me dirijo a ustedes para llevar ante su atención los acuciantes problemas que están sufriendo últimamente las divisiones operativas de pesca tanto tradicional como mecanizada en lo referente a un espécimen particularmente vicioso en su comportamiento, que ha sido bautizado como Caribdis. Estoy segura de que ya habrán tenido noticias de los recientes acontecimientos según se relata en las circulares 36 y 48 del año en curso, de las cuales paso a incluir extractos que he considerado ilustrativos:


[…] un ataque para el que las defensas resultaron inútiles, incluidos los arpones pneumáticos. La única excepción fueron los acumuladores voltastáticos de descarga del casco, si bien su efecto se apreció notablemente menor que en otras ocasiones. Los supervivientes afirmaron no haber llegado a ver el cuerpo de la criatura puesto que nada más que sus tentáculos aferrando el barco ya superaban en altura al palo mayor y […] 
[…] estimándose en base al tamaño de la ventosas mayores una edad superior a los tres siglos, lo cual le otorga la categoría de tipo A, informalmente denominada “ancestral” por los empleados de la compañía. […]
No se había encontrado a un kraken de estas proporciones y esta virulencia desde los primeros avistamientos de Gargantúa, un macho que nunca ha sido capturado ni estudiado y que ha permanecido ilocalizable durante los últimos quince años […] pero en este caso se trata sin lugar a dudas de una hembra por los patrones confirmados en su piel.

Como ya sabrán, hemos perdido dos barcos en lo que va de año debido a este ejemplar y el Capitán Dubhghaill, Director de Operaciones, cree que la nave perdida en agosto del anterior es muy probablemente achacable a Caribdis de igual manera. Urge tomar cartas en el asunto, así que tras una reunión con él y con Fajra, Primera Mecánica de la Compañía, procedo a remitir una serie de puntos para su consideración. Si bien en esta carta se enumeran someramente, en los anexos se detallan en profundidad, incluyendo las cantidades económicas que se solicitan para el desarrollo e implementación de cada uno:


  • Puesta en funcionamiento de una flota de submarinos de carácter exploratorio para mapear la presencia de krakens potencialmente peligrosos como la que nos ocupa. Los métodos convencionales de detección de presas resultan inefectivos en las zonas de gran profundidad, lejos de la plataforma de las islas, donde habitan especímenes como los citados. Por supuesto, irían equipados con material defensivo de gran potencia, y propulsores reforzados para acciones evasivas. Por favor consultar anexo titulado “prototipo subacuático K3”.
  • Retomar los diseños de la nueva línea de buques de gran tonelaje que fueron abandonados en años anteriores debido a los recortes presupuestarios. Es imperativo disponer de equipamiento de última generación si se pretenden expandir las operaciones más allá de la zona actualmente cubierta, puesto que se entra en territorios ocupados por krakens de clase A y B1.
  • Despliegue de las plataformas de investigación 2 y 3 en las inmediaciones de las zonas de avistamientos, con la correspondiente escolta y provistos de dirigibles de emergencia para evitar repetir el lamentable incidente de la plataforma 1 hace ya tres años.
  • En línea con la anterior propuesta, instalación en ambas plataformas de nuevos sistemas de acumuladores de carga con capacidad para afectar incluso a los clase A. Particularmente en este punto la inversión es totalmente irrenunciable a pesar de su monto: la única medida disuasoria eficaz contra un kraken es la liberación de un acumulador ambárico en el agua, afectando a su delicado sistema nervioso temporalmente y haciéndole huir.
  • Finalmente pero no menos importante, se solicita una partida presupuestaria extraordinaria específica para la contratación de nuevos marineros, incluyendo la parte correspondiente a los seguros de defunción.


Espero que mi participación y respaldo en esta solicitud ayude a ilustrar la gravedad de la situación. Como podrán imaginar, no es un escenario sostenible dada la pérdida de personal cualificado cuya formación ha corrido a cargo de la Compañía, y su obligada sustitución por activos laborales mucho menos experimentados y que por añadidura exigen pluses por peligrosidad.

Quedo a disposición de ustedes para cualquier consulta a plantear con un atento saludo,

Selminne Cespari
Directora de Recursos Humanos
Primer edificio administrativo
Krakensport
Isla de Vágar, Islas Feroe

23 de agosto de 2017

El cerebro de metal

El negro vehículo movido por gas de roca cruzaba una zona industrial a las afueras de Leipzig. El movimiento delataba el mal estado del firme.

-¿No puede decirme nada por adelantado? Lo que sea... - Volvió a insistir al oficial de policía que conducía el automotor. - He dejado de lado varios compromisos para venir aquí con urgencia. Desde Dresde. - Puntualizó.

Pero nuevamente, sólo obtuvo el silencio por respuesta.

El hombre que ocupaba el asiento de atrás suspiró resignado y regresó a su contemplación del deprimente panorama que le rodeaba. No hacía mucho que había bajado del dirigible en el campo aéreo, pero ya durante el viaje hacia allí había estado fijándose en cómo el paisaje cambiaba lentamente desde la agrícola y cultural Dresde, capital de la República, hasta el gris entorno lleno de chimeneas y carente de árboles en que se convertía todo al acercarse a Leipzig, corazón de la maquinaria productiva de Sajonia. Incluso el aire se oscurecía al acercarse a la ciudad. Y su ánimo había cambiado por igual.

Cuando esa misma mañana había llegado a la puerta de su despacho, dispuesto a repasar las notas para una ponencia que debía estar impartiendo, miró su reloj de bolsillo, más o menos en ese momento, un agente de la policía le esperaba con un sobre sellado que contenía un telegrama. Ante su sorpresa, el guardia se había limitado a entregárselo y decirle que tenía órdenes de no partir hasta tener su respuesta.

Kassius Folkvanger había abierto el mensaje, que le pedía su asistencia inmediata en un caso, posiblemente criminal, que la policía especial estaba persiguiendo desde hacía meses. Decía que se requería su conocimiento técnico y que su colaboración y discreción serían muy apreciadas y agradecidas por la República. En virtud del largo historial de ayuda mutua que mantenían ambos cuerpos, la policía secreta y el Instituto de Investigación y Progreso de Dresde al que él pertenecía, y también picado por la curiosidad, todo hay que decirlo, siguió al mensajero uniformado. Sólo se detuvo un momento para dejar aviso de su marcha urgente y disculparse ante sus colegas.

Menos de media hora después estaba en una aeronave pequeña y sin identificación, partiendo de un discreto campo de dirigibles a las afueras, al sur, al otro lado del Elba. A su llegada a Leipzig, tras un centenar de kilómetros por aire, un coche le esperaba para llevarle por el intrincado tapiz de fábricas, almacenes, fundiciones y talleres que constituía el cinturón de la ciudad. El casco histórico de ésta sobrevivía asediado entre el humo de las chimeneas de los trenes, que partían hacia toda la vieja Europa y más allá, hacia tierras exóticas. Los dirigibles podían ser rápidos, sin duda, pero no eran adecuados para mover grandes cantidades de mercancías.

Y por fin, el vehículo se detuvo y Folkvanger salió del mismo sin esperar a que el conductor le abriera la puerta. Se encontró con un edificio triste, con un tejado de metal. Algunas de las altas ventanas estaban rotas, probablemente por niños aburridos con piedras a su alcance y un almacén ante ellos a todas luces abandonado, o eso parecía desde fuera. A su alrededor, en la franja de tierra apisonada y sucia en un lateral de la nave, se encontraban media docena de coches iguales que el que le había llevado hasta allí. Una mujer uniformada se le acercó con paso casi marcial dedicándole un breve saludo. Todo en ella parecía decir que nunca estaba para pérdidas de tiempo. Su simple presencia ya intimidaba lo suficiente, a pesar de no ser especialmente alta.

-Gracias por venir, profesor. - Su voz casaba con su aspecto, adusta y seca. - Mi nombre es Elia Feisser, Inspectora del cuerpo de policía especial de la República. - Sin responder a su mano tendida, ésta se dio la vuelta y echó a andar. Folkvanger se apresuró a ir tras la oficial. - Acompáñeme al interior, por favor, mi personal científico le está esperando, él le dará los datos. - Casi leyendo sus pensamientos, añadió. - Imagino que querrá saber por qué hemos pedido a la oficina de Dresde que contactara con usted específicamente.

-Mi campo es el de las prótesis mecánicas, y la verdad, me cuesta imaginar que una investigación policial requiera de mi experiencia. - Frunció el ceño. - Especialmente con esta urgencia.

Feisser se detuvo y le encaró, empezando a responder pero cambiando de opinión. En su lugar, se limitó a retomar el camino hacia la entrada del almacén, indicándole con un ademán que la siguiera. Sin intentar ocultar su desconcierto, y no queriendo permanecer más tiempo en la ignorancia, Folkvanger insistió:

-¿Y a qué debo esa atención por parte de la secreta?  Si puedo preguntarlo, claro. - Intentaba sonar relajado, pero una cierta inquietud era inevitable dadas las cosas que se oían por ahí… - Espero no haberme convertido en sospechoso de nada, Inspectora.

La menuda mujer llegó ante la puerta pero se apartó para dejar paso a dos agentes que salían de la nave llevando una caja sellada.

-No. Al menos, no por ahora. - Feisser le dedicó una mirada significativa y un atisbo de sonrisa ciertamente inquietante.

Sin darle tiempo a replicar, a través de la estrecha portela abierta en el más amplio y alto portón, cerrado firmemente, apareció un hombre con un atuendo blanco de laboratorio. Identificó rápidamente al recién llegado y le encaró.

-Por favor no toque nada sin avisarme antes. - El  investigador, poco más que un muchacho según pudo comprobar, le obligó sin mediar presentación alguna a hacerse cargo de todo lo que iba colocando en sus manos: un cuaderno de notas, un lápiz de grafito, un pequeño hatillo con herramientas de precisión, y por supuesto, unas gafas con un juego de lentes ajustables para poder ampliar la imagen todo lo necesario. El ojo humano ya no era capaz de tanta resolución salvo en casos aislados o mejorados mecánicamente, por supuesto. Sólo tras entregarle todo aquello le miró a la cara, casi cortante. - Sigmar Vogel. - Fue a darle la mano, pero al percatarse de que no podía estrechársela sin dejar caer algo al suelo la retiró. - Sígame. - Y desapareció en el interior.

Folkvanger miró a Feisser, pero ésta le dejó paso, así que accedió al almacén. Iluminado por la luz cenicienta que entraba por las anchas claraboyas del techo, el panorama no podía resultarle más peculiar. El interior diáfano del edificio, sólo interrumpido por algunos puntales metálicos que sostenían la celosía de acero de la cubierta, estaba ocupado por numerosos cilindros con un brillo mate y amarillento, todos ellos colocados de pie. Reconoció que probablemente estaban hechos de latón, pero lo que más le llamó la atención fueron sus dimensiones: eran más altos que él, y de hecho más altos que cualquiera que hubiera conocido. Y también mayores en diámetro. Como si fueran contenedores, más bien celdas, con el tamaño perfecto para encerrar a una persona.

El chico con el atuendo blanco de la cabeza a los pies, parte de la división técnica de Feisser, con cuyo sobrio uniforme negro contrastaba, le guió sin mayor preámbulo entre aquel bosque regular, columnas y filas perfectamente alineadas, hasta un cilindro concreto. De todos los que había contemplado, se percató Folkvanger, era el único que tenía una bombilla tenuemente iluminada en su base. Junto a ella, una compuerta permanecía abierta de la cual partían unos cables hasta una batería de plomo y ácido.

-He conseguido amplificar la señal hace poco. - Dijo Vogel.

-¿Quién está ahí? - La voz que salió por unas finas rendijas a media altura del contenedor sobresaltó al recién llegado. - Oigo a alguien. Sigmar, ¿eres tú?

-Sí, Fritz, soy yo. Te traigo compañía.
Metálica, pensó Folkvanger, como la de cualquier caja de voz de un autómata, pero tenía una espontaneidad y un timbre distintos. Tras el choque inicial, entendió por qué habían decidido llamarle a él, abriendo mucho los ojos. Sonaba igual que otro caso supuestamente único con el que estaba bien familiarizado: el de un traspaso de una mente humana a un cuerpo artificial.
Feisser vió el destello de comprensión en su cara y asintió.

-Su nombre salió a relucir en cuanto descubrimos lo que había aquí, aún sin poder confirmarlo por completo. Veo que no nos hemos equivocado.

Se refería a su relación con las investigaciones de Serena Basel, que había conseguido trasladar su propia mente a un cerebro artificial justo antes de morir. Esto, que ahora era vox populi, atraía muy a menudo atención no deseada sobre él. Su papel en aquello se limitaba a haber publicado una versión parcial, póstuma, de las notas de la científica, de acuerdo a los deseos de su única heredera. No es que fuera su fuerte, y tampoco podía considerarse al nivel de un genio como Fräulein Basel, pero al menos comprendía el proceso, que ya era algo. Bien, al menos ahora sabía sobre qué terreno pisaba, o eso pensaba. El cilindro volvió a sonar.

-Vaya, ¿es la Inspectora?

El tono de familiaridad hizo que ésta crispara un gesto de desagrado. Vogel respondió en su lugar.

-Efectivamente Fritz. Nos acompaña además un caballero de Dresde que quizá sea de ayuda. - Encaró a su superior. - ¿Tengo ya permiso para abrir la cubierta para examinar el interior? - Su voz revelaba lo mucho que le molestaba que hubieran traído a un experto estando él allí. La inspectora puso los ojos en blanco por un momento, pero dió su consentimiento.

-No, espere. - La interrupción del profesor hizo apretar la boca al joven. - Necesito algo más de contexto, si es posible. ¿De qué estamos hablando aquí? No sé de nadie que haya podido replicar el proceso de Fräulein Basel, su instrumental está a buen recaudo y las notas nunca se han publicado íntegras. Por precaución, claro.

-Es un caso con un historial bastante largo, pero lo resumiré para usted. - La Inspectora alzó un dedo. - De paso le evitaré tener que firmar más acuerdos de confidencialidad de los que ya tiene usted vigentes con el Instituto. Digamos que cuando desaparece una persona, es un problema de la policía regular. Cuando se convierte en algo masivo, intervenimos nosotros.

-¿Masivo? No tengo noticia de algo similar,... ¿aquí en Leipzig?

-Ni creo que la tenga por ser las víctimas quienes son. Pero para la justicia es bastante evidente. - Folkvanger elevó una ceja. - Docenas de mendigos han desaparecido sin dejar rastro. Más a menudo de lo que están dispuestos a reconocer, suelen actuar de soplones y confidentes sobre delitos de poca monta. Y cuando se evaporan sin más, se nota.

Y ciertamente, él no había leído nada así en los periódicos. Un escalofrío recorrió su espalda al comprender que alguien estaba… ¿experimentando con gente que nadie echaría en falta? Por un momento sintió una fuerte aprensión, pero logró sobreponerse inspirando profundamente un par de veces. Luego se dirigió a la rejilla frente a él.

-¿Fritz? ¿Puede oírme? Mi nombre es Kassius Folkvanger, soy miembro del Instituto, de Dresde.

-¡Vaya! He leído su nombre en los diarios, es el nuevo del Consejo Rector, ¿verdad? - La voz resonó desde dentro del tubo. - Me siento halagado.

-Le veo bien informado, Fritz. - Miró brevemente a Feisser y a Vogel, que se limitaron a asentir, ella más que él. - Yo en cambio no sé nada de usted, y para ayudarle me haría falta saber todo lo posible.

-Claro, ¿por dónde empiezo? He hecho de todo. He esquilado ovejas, he sido guardaespaldas, he vendido zapatos, he ido a la guerra y he vuelto con menos yo que cuando marché. - Dijo aquello con sorna. - Pero imagino que lo que quiere saber es del tema de las desapariciones.

-Si es tan amable…

-Ellos vinieron a verme, y yo fui por mi propio pie, ¿eh? - Soltó una risotada metálica que sorprendió a todos. - Eso se supone que tiene gracia, ¿saben? Me faltaba una pierna e iba con muletas. - Rezongó por lo bajo. - El caso es que ellos…

-¿Quiénes, Fritz? - Feisser intervino, ansiosa de tener una nueva pista que perseguir.- ¿Quiénes son ellos?

-Ah, Inspectora, ¿y cómo lo iba a saber yo? Cuando les ví, lo único que tenía claro es que eran los mismos que estaban llevándose a la gente de las calles. A los mendigos como yo, al menos, así que me puse en guardia, dispuesto a darles duro. Pero qué va, si eran muy razonables. Me ofrecieron volver a andar sin apoyos. Les dije que no podía pagarme una pierna nueva, ¿eh?, pero no les importaba el dinero…

-Fritz, ¿qué me puede contar de lo que pasó entonces? Da igual que no lo entendiera...

-El coche era de los buenos, y me llevaron a un hospital en la zona de los lagos. - Ambos miraron a la Inspectora, pero ésta ya había salido corriendo para dar órdenes nada más oírlo. A Fritz no pareció importarle - Allí me ofrecieron una silla de ruedas y me llevaron ante un médico. Muchas preguntas, firmé algunos papeles, parecía que todo era normal, se veía un sitio bueno, ¿eh?, para gente con dinero. Y prácticamente del tirón me llevaron al quirófano. Me dijeron que tardaría un tiempo en despertarme del éter, que como era una operación novedosa tenían que sedarme del todo.
Folkvanger hizo un gesto de disgusto al comprender que Fritz no había visto nada del proceso. En esto regresó Feisser a la carrera.

-¿Han averiguado algo más de este cerebro de latón?

-Platino. - Los dos la corrigieron a la vez, y Vogel matizó. - Los cerebros de los autómatas son de platino.

La voz del cilindro sonó dolida.

-¿Eso es lo que soy ahora? ¿Un montón de chatarra? Ya me imaginaba que algo no estaba saliendo como esperaba, ¿por qué no veo nada todavía?
Folkvanger se fijó en el frontal del cilindro hacia el que hablaban e identificó los tornillos que afianzaban una placa bastante grande del recubrimiento.

-Vamos a comprobarlo, Fritz. - Sigmar sacó un destornillador del calibre adecuado y se lanzó a quitar la pieza, ansioso por pasar a la acción, mientras el otro seguía hablando. - Seguro que podemos conectar un juego de ojos de los que se usan para… - Pero se detuvo en mitad de la frase al ser retirado el trozo de metal.

-¿De los que se usan para qué? - Inquirió la voz.

La Inspectora con la boca tapada, Vogel con un gesto de asombro, y el profesor con uno de incredulidad, callaron durante unos largos segundos hasta que éste último logró articular una respuesta.

-Fritz… creo que va a ser un poco más complicado de lo que pensaba.

Frente a ellos no se encontraba la matriz de platino conectada por cables que habían esperado. En su lugar se hallaba una gran vasija de cristal llena de líquido, y en su interior, lo que todos reconocieron como un cerebro humano.

21 de agosto de 2017

La aprendiz de automatista

En un pueblo del sur de Francia vivía una chica llamada Victorique, que por las mañanas iba al colegio y por la tarde ayudaba a un viejo automatista en su taller a las afueras. Allí aprendía poco a poco el oficio viendo al hombre crear y reparar máquinas y mecanismos, y soñaba con ser un día una afamada constructora de autómatas, personas de metal que podían llevar a cabo cualquier trabajo sin rechistar. Sin embargo, por más que ella le pedía que le permitiera probar lo mucho que sabía, su maestro no le permitía aún tocar los delicados engranajes y palancas. No estás preparada, le decía, y ella se tenía que conformar y ser paciente.

Pero sucedió un día que el automatista tuvo que marchar a la ciudad para buscar un repuesto del que no disponía para la bomba que extraía agua del río y la llevaba hasta el depósito de su taller, una tinaja tan grande que había que subir al piso de arriba para alcanzar su boca. El maestro pidió a Victorique que ocupara su tarde en acarrear cubos de agua desde la orilla para poder encender la caldera de vapor, para que a su regreso pudieran recuperar el trabajo atrasado. Sólo estaré fuera unas horas, le advirtió, pero es muy importante que cumplas esta misión que te encargo.

Sin embargo, Victorique era impaciente y estaba convencida de ser tan buena como su maestro, y antes de que el automotor de éste desapareciera en un recodo del camino y sólo se viera de él un penacho de humo blanco, ya había corrido hasta el cobertizo cercano al taller. No iba a encargarse ella de un trabajo tan laborioso y cansado como llevar cubos de agua cuando podía activar a un autómata para que lo hiciera él. Así pues, puso manos a la obra, y se dirigió al panel desde donde se daba órdenes a aquellas máquinas que parecían personas. Esto va a ser muy fácil, pensó ella, y cuando mi maestro regrese, seguro que reconocerá lo mucho que he aprendido.

Poco tiempo después, el primer autómata de la fila se puso en marcha, primero una pierna, luego la otra, y esperó obediente a que Victorique le diera sus órdenes. La chica no tardó en entregarle dos grandes barreños y guiarle hasta el río. Coge tus cubos y llénalos en la orilla, le mandó. Una vez lo hizo, abrió camino hasta la casa del automatista, situada en la planta de arriba del taller, subiendo por la escalera exterior. Echa el agua en la tinaja, le indicó a continuación, y luego repite hasta que te indique que te detengas. Desde allí mismo, la chica contempló cómo el hombre de metal salía de la casa camino del río, y se dirigió contenta al taller de la planta baja. Se acomodó en un viejo sofá que su maestro tenía allí para descansar entre placas de metal, cajones llenos de piezas y herramientas por todas partes, y en un momento había caído dormida, satisfecha por haber tenido la gran idea de usar al autómata.

Los resortes y ruedas del sirviente le guiaron sin falta una vez más hacia el río, pasando por delante del cobertizo donde había dormido junto a sus hermanos. Sin embargo, Victorique había sido descuidada, y no sólo había despertado a uno de ellos, sino a todos los que allí había. Y como los había dejado sin órdenes que cumplir, éstos rápidamente decidieron copiar las que estaba cumpliendo su compañero metálico. Los autómatas no tenían cubos a su alcance, así que cogieron toda cubeta, barreño, palangana y recipiente que encontraron a su alrededor y formaron una procesión que constantemente bajaba hasta el arroyo, cargaba agua, subía hasta la cocina de la casa, la echaba en el depósito y luego repetía el camino, una y otra vez. ¡Qué visión tan asombrosa, y qué susto se iba a llevar la chica al despertar!

Y es que, mientras Victorique soñaba plácidamente en la butaca de su maestro, los autómatas colmaron la gran tinaja de la cocina, y no habiendo recibido ninguna orden de su ama, siguieron repitiendo su labor sin cansarse ni un poco. El agua caía de sus cubos y cubetas, se derramaba puesto que ya no cabía ni una gota más, y luego corría por la empinada escalera que bajaba directa de la cocina al taller. Era tanta agua la que se desbordaba, que formó una cascada que rápidamente comenzó a inundar el piso de abajo. Y como las puertas y ventanas estaban cerradas, pronto el taller se convirtió en una piscina en la que flotaban cajas y libros, e incluso el viejo sofá donde dormía la chica.

Sobresaltada por el movimiento, Victorique despertó asustada, descubriendo que su lugar de trabajo estaba lleno de agua y que un torrente imparable bajaba desde el piso de arriba. Corrió hacia la puerta principal para abrirla y dejar que el lugar se vaciara, pero sus pies se resbalaban en el suelo embalsado y no podía mover el pesado cerrojo. Desesperada, intentó subir la escalera para escapar y dar la orden de parar a la fila de autómatas que veía por los cristales repetir una y otra vez su recorrido del río a la cocina y de la cocina al río, pero el agua bajaba con tanta fuerza que podía con ella y la llevaba de vuelta al taller.

En ese momento, el automatista regresó de la ciudad en su automotor, y aunque desde lejos le sorprendió ver la procesión de aguadores ir y volver de su casa, no fue hasta que se acercó que descubrió que el agua se escapaba de su taller por todo agujero y grieta en la paredes, por toda junta en la puerta, y por todo cristal roto en sus ventanas. Comprendiendo rápidamente que aquello era obra de Victorique y que podía estar en peligro al no verla, gritó a todos los autómatas que se detuvieran, corrió hasta la entrada, agarró un gran hacha que tenía allí para cortar leña, y de un tajo rompió el cerrojo. La puerta se abrió de golpe y el taller se vació en un instante, arrastrando consigo todo lo que allí había. La última en salir, ya que se había agarrado a la pesada caldera, mojada hasta la cabeza y con la mirada fija en el suelo, avergonzada, fue su joven aprendiz.

Su maestro no tenía que preguntarle qué había sucedido, y ella no tenía que decir nada para que éste supiera que había sido culpa suya. Temiendo que, enfadado, le ordenara irse para no regresar nunca, esperó a que el automatista mandara a los hombres de metal que se fueran a su cobertizo, y vió cómo éste regresaba de allí con una escoba en la mano. Has aprendido mucho, le dijo, pero aún no lo suficiente. Antes de mandar a una máquina que haga tu trabajo, tienes que estar preparada. La miró severo, pero lo único que hizo con la escoba fue entregársela a ella. Ahora ve y empieza a arreglar el taller, tenemos muchos encargos que completar hoy.

Y así fue como Victorique aprendió que la arrogancia es un gran defecto, y que la paciencia es una gran virtud.

En homenaje a Goethe, Dukas y Disney.

18 de agosto de 2017

Un corazón en llamas

Siguiendo los pasos de los tres hombres con lanzallamas de ignición focalizada que iban abriendo camino hacia el interior de la montaña, el arqueólogo y la lingüista pasaron bajo el arco de mampostería del que un momento antes habían colgado docenas de amenazantes carámbanos.

-Suerte que es verano, Hélène. - El aliento se condensaba delante de su boca. El hombre, apenas en sus treinta, estaba de muy buen humor y sus ojos brillaban de excitación. No tardó en descubrir su cabeza castaña y revuelta a la vez que se giraba hacia un lado y hacia otro, tratando de abarcar la amplia estancia. Nubes de vapor ascendían allá por donde los exploradores despejaban el camino como si cruzaran la selva machete en mano, para luego caer como lluvia al tocar el techo.

Ella prendió la mecha de la linterna portátil que había traído tras haberse descolgado la bolsa impermeable llena de cuadernos de notas. Sin bajar la capucha de su grueso abrigo le dirigió un rostro molesto y ojeroso.

-Me consta, querido. Llevo dos días sin pegar ojo apenas por ese endiablado sol perpetuo.

-Técnicamente estamos al sur del círculo polar ártico. - Levantó las manos como disculpándose por llevar la contraria. - Incluso cuando fue el solsticio la semana pasada, siguió habiendo noches…

-¡De dos horas! - El grito resonó en la sala y se perdió por los corredores que se adentraban, ascendiendo, en la roca oscura. Sus escoltas se giraron sobresaltados pero rápidamente volvieron la atención a los haces que aparecían al mezclar los contenidos de los dos depósitos que cargaban en sus respectivas y abultadas mochilas.

Hans se acercó tratando de sonar conciliador, como siempre que se equivocaba con ella.

-Lo siento Hélène, no pretendía…

-No importa. - Le cortó en seco, recuperando la compostura al instante. - Te he acompañado hasta aquí porque fuiste muy vehemente sobre tu teoría de que estas ruinas son una colonia de Lemuria. - Entornó los ojos azules un poco. - Parece que tenías razón. - Encaró al guía islandés, el único de ellos que conocía perfectamente aquella zona, que era su tierra natal. - Señor Leifsson, ¿sería tan amable de despejar el hielo de las paredes, por favor? Veamos esas runas y salgamos de aquí cuanto antes.

-Sí, profesora Santeil. - Se acercó a ella con el cañón del mechero-soplete bajado y apagado. Desde varios pasos se notaba perfectamente el calor que emitía el aparato. - ¿Por dónde empiezo?

-Por la zona de la entrada. No acerque demasiado el fuego, Birgir, puede que se conserven pigmentos en las zonas profundas; sólo necesito que derrita la capa que cubre los grabados para poder examinarlos. - El hombre asintió y sin decir nada más emprendió la tarea ajustando el difusor para que la llama saliera más abierta.

Hans se alejó y exploró el resto junto a los otros dos acompañantes, cada una de cuyas rociadas revelaba bajorrelieves y textos nuevos. Siguiendo sus indicaciones, empezaron a atacar un muro de hielo que había en una de las paredes más interiores de la sala. Regresó junto a su colega académica, que no había perdido tiempo tampoco. Ya llevaba transcritos una página de símbolos de trazos rectos a imagen de los que Leifsson había descubierto con su lanzallamas.

-¿Veredicto? - Para él todo aquello era un galimatías. - ¿Es lo que esperabas encontrar?

Un gesto contrariado cruzó el rostro enmarcado en el mullido forro de la capucha, que la mujer de casi cuarenta retiró mientras repasaba la copia del texto. Su cabello rubio y largo cayó sobre su hombro izquierdo al hacerlo.

-Sí y no. Mira. - Señaló una fila concreta del documento. - Casi todas éstas son runas de Lemuria, no cabe duda, aunque éstas dos no las había visto nunca, y creo que el profesor Ashford tampoco. - Se refería a su mentor, el mayor erudito sobre el lenguaje del imperio perdido. - Pero aún así, el resto no… no tiene mucho sentido. Es como si fuera otro idioma. Pero fíjate. - Miró más por educación que porque aquello le dijera algo. - Ésta frase sí se entiende, habla de un rey que mandó fundar un nuevo puerto fiordo abajo, pero la sintaxis es distinta.

-¿Como un dialecto? - Aventuró el arqueólogo. - ¿O una lengua emparentada? - Una idea le vino a la mente. - ¿Podría ser la de Hiperbórea?

-Eso son sólo hipótesis sin…

Un nuevo grito resonó en la estancia. Era Haavio, el explorador finés que les había acompañado desde el continente junto con su socio noruego, el señor Fossum.

-¡Profesores, vengan rápido! ¡Detrás del hielo había un pasillo!

Hans soltó una exclamación de júbilo y regresó con la linterna.

-Me la llevo, Hélène, ¿nos acompañas? - Tenía la misma mirada que un niño a punto de lanzarse por un tobogán en el parque. La lingüista ya conocía la intensidad con que éste defendía sus teorías, y si lo que esperaba encontrar allá abajo se confirmaba, su nombre resonaría en toda la comunidad… Ella accedió volviendo a cubrirse con la capucha, anticipando el frío que haría al adentrarse en el pasadizo.

Bajaron por un corredor en espiral durante un minuto o dos, teniendo cuidado con los escalones mojados que iban dejando los lanzallamas. Al poco acabaron ante una enorme puerta de madera congelada.

-¿Tan bien conservada? Debe ser por el frío. - Él murmuró y se acercó mirándola de cerca. - Esto es roble, ¿tan al norte? - Se retiró y les regaló una sonrisa de fanático. - Caballeros, abajo con ella.

Hélène fue a negarse rotundamente pero los chorros de fuego fueron más rápidos que ella y en pocos minutos habían deshecho la puerta. Un calor telúrico les golpeó a través del marco de piedra labrada. Hans lo cruzó rápidamente con la linterna en alto y todos le siguieron.

-¡Lo sabía! - Ante él una larga serie de recipientes metálicos ocupaba una pared de la asfixiante estancia. De ellos salían gruesas tuberías que se hundían en el suelo. Otras muchas se perdían en una oscuridad donde cuerpos aún mayores se insinuaban, soltando destellos cuando él les apuntaba con la luz. - ¡Lemuria usó el vapor geotérmico miles de años antes que nadie!

16 de agosto de 2017

Aire y agua

Capítulo 1 - Vientos favorables

Mientras la pequeña aeronave dejaba atrás el suelo de Krakensport una vez sueltos los anclajes, los dos pasajeros se acomodaron en el único banco de la cabina, que obviamente no estaba pensada para trayectos muy largos ni para albergar a mucha gente, aunque dado el clima de la zona, estaba protegida de los elementos por unos gruesos cristales dobles. Helga se alegró de haber podido dejar al menos las maletas en los alojamientos que la compañía les había asignado, en habitaciones separadas, por supuesto, y haberse cambiado antes de verse de nuevo lanzada a otro vuelo. No es que le diera miedo estar en el aire, pero habían sido muchas horas en un espacio más reducido de lo que le gustaba, sin poder dar más de tres pasos en la misma dirección. Inspiró lentamente para relajarse, sabiendo que no había mucha distancia hasta la plataforma, o eso les había dicho su piloto.

Dándoles la espalda, de pie ante los controles del aparato, la mujer que les había recibido al bajar del dirigible transoceánico en la isla se aseguraba de la estabilidad de esta nueva máquina a la vez que viraba de manera muy notable hacia babor. A Helga le pareció que trataba de coger la misma corriente que les había ayudado a llegar hasta Vágar en una hora menos de lo habitual. A su izquierda iba quedando la ciudad ubicada en lo alto de un acantilado en la cara norte de la isla, paradójicamente dando la espalda al mar del que vivían todos sus habitantes. Su piloto le había parecido algo lacónica, pero no quería perder la oportunidad de conocerla cuanto antes, había algo en su mirada que le caía bien. No era sólo que sus ojos le transmitieran franqueza, es que sabía ver cuándo alguien estaba acostumbrado a abrirse paso por sí mismo, y eso le inspiraba confianza.

-Y dígame, señorita…

-Ahórrese la cortesía, de verdad. - Apenas giró la cabeza al responder, sin apartar la vista de las olas. - Se la agradezco, pero aquí solemos prescindir de tanta formalidad. Usamos sólo nuestros nombres, o en todo caso los títulos que nos hemos ganado. - Ahora sí la miró, aunque sin soltar el timón principal, y con una media sonrisa. - En mi caso, Primera Mecánica, pero si lo encuentra muy largo llámeme sólo Fajra, casi lo prefiero. - Luego volvió su atención por completo al mar en relativa calma sobre el que empezaban a volar.

Cazó por el rabillo del ojo una mueca de burla por parte de Kass y rápidamente le hincó un codo en las costillas, aunque estando sentados tan juntos en el pequeño banco apenas pudo darle fuerte.

-Muy bien, Fajra. - A su lado, su acompañante se agarraba el costado y gruñía por lo bajo, pero si se dio cuenta, la mecánica no lo dejó adivinar. - Quería preguntarle precisamente cuánto tiempo lleva trabajando para la compañía, la otra vez que estuve aquí creo que no nos cruzamos.

-¿Cuándo fue eso? - No había actitud cortante en su voz, comprobó Helga, simplemente prefería ser directa al hablar.

-Hace seis años, me parece. - Intentó hacer memoria. - Fue poco después de aquel incidente con el pesquero escocés, el que se acercó demasiado a las islas.

-Eso fue el mismo mes que salimos hacia Isfahán, estoy casi seguro. - Kassius intervino, corrigiéndola como revancha.

-No. Eso fue en octubre del año anterior. Vinimos aquí con mi abuelo justo antes de lo de Bohemia. - Abrió los ojos muy significativamente para que no la interrumpiera más. Kassius sabía que mencionar aquel incidente era una advertencia pactada tácitamente entre los dos.

-Recuerdo al profesor Linge. - Fajra pareció animarse a hablar algo más por aquel detalle. - Yo era entonces parte del cuerpo de mecánicos del Fenrir. - Creía recordar que ese era siempre el nombre del barco principal de la flota de pesca de krakens. - Estaba con las turbinas y calderas, así que muy probablemente no nos cruzamos porque no salía de las cubiertas inferiores en esa época. - Algo captó su atención y movió un poco el timón para escorar ligeramente el pequeño dirigible. - Pero a él si le vi, me dijeron luego que insistió en bajar a ver la maquinaria; nos dio la mano a todos, sin importar lo manchados que estuviéramos de hollín o grasa. - Había olvidado ese detalle, pero era cierto. Kass y ella se habían quedado arriba hablando con el capitán mientras tanto. Sonrió al recordar aquella pequeña excentricidad de su abuelo, una de tantas de las que solía hacer gala.

-¿Y antes de eso? - Kass se levantó para identificar su destino, y ella le siguió antes de seguir preguntando. - ¿O siempre trabajó para la compañía? - Cuando se situaron junto a Fajra, ésta les señaló sin más hacia un punto en el mar que se encontraba frente a ellos, acercándose visiblemente, pero aún difícil de distinguir con claridad

-Yo empecé como mecánica ferroviaria, pero aquí en las islas hay que buscarse la vida como sea, así que aproveché lo que sabía de propulsión para conseguir aquel trabajo. Luego, bueno, me gusta pensar que he estado en el lugar correcto en el momento oportuno, y rodeada de la gente adecuada. - Sonrió con satisfacción. - Vayan de nuevo atrás si no les importa, el aterrizaje en la plataforma suele ser suave, pero tengo que ponerme con el viento de costado para que puedan enganchar bien la barquilla al llegar.

Antes de retirarse del extremo delantero de la cabina, Helga había podido observar que su destino era algo enorme que parecía medio flotar y medio estar anclado al suelo del océano ya que apenas se movía por las olas, presumiblemente debido a su tamaño. Su superficie metálica estaba llena de marcas para aterrizaje y balizas, y en ella pudo ver aún en la distancia a una persona haciendo señales para que se aproximaran, desplazándose entre los dos brazos de grúa que ocupaban parte de la cubierta. Se sentó de nuevo con Kass, esta vez intercambiando puestos, y al momento vio aparecer a su lado la torre de varios pisos que sobresalía en lo que creyó que sería la popa de la embarcación, aunque ésta le había resultado extrañamente cuadrada en lugar de alargada. Probablemente por debajo del nivel del agua había varios cascos para sostener esa especie de balsa y desplazarla.

A pesar del viento del que Fajra les había avisado, lo único que notó fue la colocación de los tirantes de sujeción y su puesta en marcha para bajar el último metro que les separaba de la superficie. La piloto no les esperó, y se limitó a hacerles un gesto invitador antes de abrir la puerta de la cabina y bajar de un salto ignorando los dos escalones que se habían extendido desde la base del dirigible.

Ya de vuelta en el fresco ambiente del verano nórdico de las islas Feroe, Helga echó un vistazo a todo cuanto la rodeaba, pero no había gran cosa salvo las grúas y el edificio de la torre, al que estaba volviendo sin mediar palabra el operario que había colocado los tirantes a la máquina. Le chocó algo que no hubiera una baranda en el borde de la cubierta, que parecía estar a unos cuatro metros del agua. El resto de dependencias y maquinaria debían estar bajo ellos, lo cual tenía sentido, pensó. Algo más allá divisó un par de hendiduras en los laterales como dos grandes entrantes paralelos en lados opuestos del casco. En una de las aperturas, que identificó como bahías de atraque, sobresalía una escotilla abierta. Kassius se encaminó rápidamente hacia allá y se volvió hacia ellas, preguntando:

-¿Está ahí el Capitán Dubhghaill? - Fajra asintió, pero no hizo ademán de seguirle. - Voy a acercarme entonces a saludar antes de que inicie la prueba. - Ella no conocía al marino, pero él sí, de la temporada que pasó allí durante sus años de viajes.

Helga sabía que iban a aprovechar su visita para hacerles una demostración de lo último en que habían estado trabajando en Krakensport. Se trataba de pequeños sumergibles que complementarían la flota de pesca, anclada en la ensenada frente a la ciudad, al pie de los acantilados, tanto en labores de investigación e identificación de piezas, como en su propia captura, aunque realmente los detalles de la maquinaria no le resultaban atractivos. Dejaba esas cosas a Kass, que siempre había sentido debilidad por todo tipo de cacharros y juguetes mecánicos, como le gustaba llamarlos para enervarle. En lo que sí tenía interés era en hablar con los naturalistas afincados en las islas, por una parte con Patur Hoydal por sus investigaciones de la peculiar bioquímica de los krakens, y por otra con Ástrid Pálsdóttir, que sabía que usaba otra de la estaciones de la compañía para hacer escuchas del lenguaje de las criaturas, el cual estaba cada día más cerca de entender.

-Hluot-wig quería empezar cuanto antes. - Fajra se dirigió a ella sin apartar la vista de la esclusa, contemplando ambas desde donde estaban cómo Kassius bajaba por la escalera vertical del submarino. La mecánica se cruzó de brazos, como resignada. - Está ansioso por probar el prototipo.

En ese momento el cierre de la escotilla cayó de golpe. En el silencio sólo roto por el suave viento, oyeron claramente cómo se activaban los pernos de seguridad y se soltaban los ganchos automáticos de la plataforma. Una luz roja se encendió en la parte superior durante un momento, luego la perdieron de vista cuando el barco se sumergió sin mayor ceremonia. Ambas se miraron por un segundo tras eso, pero entonces la puerta de la torre se abrió y un chico bastante más joven que ellas con un mono de trabajo se plantó en la entrada con la boca abierta.

-¿Y el Capitán? - Desconcertado, dio un par de pasos para comprobar que efectivamente le habían dejado en tierra. - ¿Se ha ido sin mí? - Parecía dolido, pero no recibió respuesta. En su lugar Fajra pasó como una exhalación a su lado. Helga la siguió camino de las escaleras que subían a la torre, tratando de no empujar al confuso copiloto.

-¿Qué ha pasado, Fajra? ¿Para qué subimos?

-¡Ese idiota impaciente se ha pensado que era Niels el que bajaba y ha activado la inmersión! - No paró en su apresurada ascensión a la cima.

-¿Y qué hacemos? - Se apoyó con una mano en la pared del rellano para propulsarse y poder seguir el ritmo con el que la mecánica subía las escaleras de metal de tres en tres, rebotando contra la fría superficie.

-¡Ir a la cabina y tratar de convencerle para que dé la vuelta!

-¿Pero por qué? - Consiguió alcanzarla ya en el piso de arriba, donde se detuvo tras cruzar el umbral. - ¿Es que no es seguro el sumergible?

-¡Sí que lo es, pero conociéndole seguro que se va de caza, y no le he advertido que no lleva ni un maldito arpón a bordo!

Capítulo 2 - Corrientes traicioneras

-¡Ya pensaba que te habías acobardado, Niels! - Kassius bajó rápidamente los últimos peldaños de la escalerilla vertical que permitía el acceso al submarino, sin dejar de notar que la máquina se movía mucho y que se estaba inclinando hacia abajo peligrosamente. Se mordió el labio resignado a ir a bordo en la prueba, como había temido desde que unos segundos antes la escotilla se cerrara sobre su cabeza.

El interior del sumergible no era demasiado espacioso, y sólo había un camino que seguir por el estrecho y tenuemente iluminado pasillo. La voz de su amigo le llegaba desde allá, así que agarrándose a las manillas y asideros colocados por todas partes para no perder el equilibrio echó a andar.

-Pensaba que el miedo a la vieja Caribdis podría al que le tienes a Fajra. - La risa de Hluot-wig llenó la reducida cabina justo cuando llegaba a ella. - Heri y yo habíamos apostado a que al final te ibas a negar a venir. - No se había dado la vuelta en ningún momento, sentado ante una de las dos ventanas frontales, las cuales ocupaban del suelo al techo con su forma curvada hacia fuera. - Cuando volvamos espero que Saedir invite a una buena ronda para celebrar nuestro éxito, es la única que ha estado de tu parte. Asegúrate de darle las gracias luego, ¿eh? - Volvió a reír, esta vez con un toque de burla muy sutil, o quizá con una insinuación de lo que el tal Niels debía hacer al regresar a tierra. - ¿Vienes o no? Vamos, que te necesito para que vayas verificando los medidores de tu lado.

Kassius se plantó en mitad del pequeño puente apalancando su mano izquierda en un hueco dejado en el techo entre dos tuberías, no sabiendo si sacar al Capitán de su error o dejarle hablar un rato más. Se le veía eufórico. Dedujo que pensaba que era su copiloto, así que se decidió a ocupar el puesto libre a su lado, dejándose caer en el asiento bajo y acolchado ante la ventana de la derecha, separado del cazador de krakens por una caja de palancas de mando.

-¡Hombre, por fin! - Cuando Hluot-wig se giró hacia él la sorpresa sólo le duró un instante. - ¡Kassius! - Éste le miró con cara de circunstancia y luego sonrió, aceptando en silencio el fuerte apretón de manos de aquel lobo de mar que había conocido durante su estancia en las islas, antes de que liderara la flota. - No esperaba verte hasta después de la prueba, ¿qué haces aquí? - Ni le dejó responder. - Bueno, es igual, ya he empezado la secuencia de descenso, así que bien podemos seguir. - Devolvió la vista a las profundidades, que cada vez se hacían más oscuras ante ellos. Seguían estando inclinados hacia delante. - Enciende los focos secundarios, son los conectores amarillos a mano derecha. Cuidado que dan chispazo si no lo haces rápido. - Igualmente notó el pequeño fogonazo bajo los mandos, pero por suerte llevaba el guante de siempre para cubrir su prótesis de metal.

En el breve momento de paz que sucedió mientras Dubhghaill enderezaba algo el submarino escudriñando las profundidades y acercándose al cristal para estimar a qué distancia de la superficie estaban ya, Kassius por fin respondió.

-Acabamos de llegar, y que conste que me había asomado sólo para saludar. - No quiso que sonara a reproche, pero no era demasiado aficionado a meterse en cáscaras de acero por muy bien diseñadas que estuvieran para soportar la presión. - Pero no pasa nada.

-Vaya, disculpa. - Torció el timón hacia su izquierda y la nave replicó el movimiento escorándose hacia ese costado a la vez que seguía avanzando. - Pero lo siento más por Niels, él se lo pierde. - Rió brevemente y se encogió de hombros adaptándose al cambio de acompañante, aparentemente sin plantearse siquiera dar media vuelta. - ¿Qué profundidad marca la aguja de arriba? Es la que está junto al modulador de comunicaciones. - A pesar de hablarle, en ningún momento retiraba su atención del trayecto. Kassius sabía que Hluot-wig era así, acostumbrado a no darle demasiada importancia a las cosas en general, pero en cualquier caso, con él podía estar seguro en aquella máquina; había pasado más horas cazando krakens para la Compañía del Atlántico Norte que nadie y por lo que le había contado por carta, últimamente también bajo las olas en sumergibles como aquél en labores de exploración y hostigamiento de posibles presas. - Te quedarás un tiempo al menos, ¿no?

-Trescientos veinte, dice. - Ahora fue él quien se asomó contra el cristal curvo, sintiendo un momento de aprensión de pensar que pudiera romperse por su culpa. Al mirar hacia arriba distinguió algo de claridad proveniente de lo que pensó que sería el cielo aún bien iluminado de media tarde. Regresó a su asiento y suspiró. - Sí, al menos una semana, espero. No he venido sólo, me he traído a Helga esta vez. - Quería conocer a Hluot-wig, y también hablar con el doctor Hoydal, el biólogo jefe de la compañía. Algo sobre la tinta y los jugos gástricos de los krakens que había leído en un estudio publicado hacía poco, creía recordar. Ella, sus bichos y sus experimentos con sustancias de todo menos inocuas, pensó torciendo el gesto. Ciencia escurridiza, como la llamaba él.

-¿La cazadora? - Le había hablado de la nieta del profesor, por supuesto, durante sus largas noches a base de cerveza. Había habido lugar para muchas de esas en los meses que pasó allí años atrás. Hluot-wig dio otro nuevo volantazo a la vez que inclinaba el aparato hacia el lecho marino y aceleraba, lo cual hizo que el almuerzo tomado en el dirigible de línea se le revolviera a Kassius en el estómago. - Actívame los interruptores marcados del tres al diecisiete, por favor. - Otro giro brusco en dirección opuesta. - Encima de tu cabeza. - añadió al notar que no los ubicaba. Lo que iba a encontrar pronto eran los huevos con panceta si seguían moviéndose así.

-¿Qué son? - Acató la orden no obstante. - A todo esto, ¿quién es la vieja Caribdis? - El nombre tenía un cierto sabor peligroso y no dejaba de resonar en su memoria como si lo hubiera leído en algún sitio.

-Los arpones electrificados, los torpedos explosivos y las cerbatanas a reacción. - Hluot-wig enderezó la nave otra vez, ahora a mayor profundidad, quinientos metros largos según pudo leer. Activó un botón en un costado de la palanca del timón y la soltó, pero ésta no volvió a la posición de reposo. Debía ser una especie de piloto automático. Hizo un par de giros completos de los hombros para desentumecerlos tras la tensión y le encaró. - Una vieja amiga mía. O enemiga, según lo veas. - Soltó otra de sus risotadas, y esta vez las cuentas que llevaba engarzadas en la barba trenzada tintinearon un poco. Kassius no estaba seguro de entender qué había querido decir, pero empezaba a arrepentirse de haber preguntado por el gesto de su amigo. Enseñaba todos los dientes en una sonrisa muy marcada. - Posiblemente la hembra de kraken más grande en centenares de kilómetros en torno a las islas. Debe tener al menos cuatrocientos años por lo que estimamos. - Resopló. - Esa bestia ha hundido dos de mis barcos en lo que va de año, y creo que otro de los que perdimos el pasado también fue cosa suya. - Debió notar que se había quedado blanco de la impresión, porque se apresuró a quitarle hierro al tema. - Pero no te preocupes, no se acerca tanto a Krakensport, últimamente ha decidido guardar las distancias. - Se acomodó otra vez en su asiento. - Y si nos la cruzamos, bueno, quizá pueda darle parte de su merecido con esta pequeña joya que me ha diseñado Fajra. Que por cierto, tenemos que ponerle nombre, lo de “Prototipo subacuático K5” no me gusta, pero aún no se me ha ocurrido uno apropiado, uno que suene bien.

Hluot-wig recuperó el control del aparato consultando una a una las posiciones de las válvulas que había entre los cristales frontales. No estaban etiquetadas, pero Kassius dedujo que tenían que indicar el estado de la caldera de alta presión y del generador ambárico que estaban en la parte de atrás.

-Por cierto, ¿todo bien por tierra seca? - Así se refería él a todo sitio desde el que no se pudiera ver u oler el mar. - ¿Sigues en Dresde? - Un nuevo viraje inesperado. Maldijo por lo bajo agarrándose al asiento y cerrando los ojos un momento. - Que sepas que tenía ganas de que volvieras por aquí, ya ha pasado mucho desde la última. Esta noche abrimos un barril de los buenos, como en los viejos tiempos. - Sonrió con satisfacción. - Además, eres el único accionista que se digna venir por aquí, no te ofendas si lo digo así, de vez en cuando. E incluso cuando vienen, el resto ni osaría mojarse o ensuciarse las manos. ¿Así qué perspectiva del negocio van a tener? Seguro que se piensan que los krakens vienen a nosotros para que les pesquemos mansamente, como una vaca que se deja ordeñar. - Soltó un resoplido. Estaba al mando de las operaciones de la empresa desde hacía un par de años, y por suerte tenía suficiente peso ante el consejo de administración para que le hicieran caso en lo que a organización y estrategias de caza se refería, especialmente por su hoja de servicios antes de llegar a Capitán de la Flota. Pero eso no quería decir que le gustase tener que lidiar con los dueños de la compañía, afincados todos ellos en las lejanas tierras continentales

Kassius se fijó en que habían llegado a una zona donde el suelo se elevaba lentamente bajo las luces amarillentas, y supuso que estaban acercándose a Vágar, quizá para atracar en el puerto. Sin embargo, repentinamente el fondo desapareció bajo ellos y quedaron otra vez en las tinieblas, sólo rodeados por el resplandor de los faros delanteros, que iluminaban las aguas más inmediatas únicamente, formando dos haces por delante del submarino. Elevó una ceja receloso ante el cambio de escenario, pero antes de que pudiera decir nada, Hluot-wig les lanzó casi en vertical hacia el abismo y él tuvo que llevarse una mano a la boca, haciendo esfuerzos desesperados. Sospechaba que a Fajra no le haría demasiada gracia que ensuciara su prototipo.

El Capitán se percató de su gesto desencajado.

-Oye, ¿estás bien? - Pero algo atrajo su mirada en el exterior y dejó de prestarle atención para vislumbrar de nuevo lo que había creído ver fugazmente ante ellos. - Perdona, eso ha sido un poco repentino, seguro que no estás acostumbrado. - Pero seguía sin retirar los ojos de las profundidades, aminorando la marcha. Apretó más la vista, aunque no parecía tener éxito. Sin mirarle, le hizo nuevas indicaciones. - Por favor, encima de los secundarios tienes los controles para los focos principales. Llévalos al máximo de golpe, pero estate listo para apagarlos si te lo indico. No, mejor haz un destello, con encenderlos medio segundo me vale. - Kassius obedeció, accionando los mandos rojos de las luces y volviendo a desconectarlos al instante. Sin embargo, ese tiempo fue suficiente para que aquella visión le paralizara en su asiento.

-¿Qué es eso? - No estaba seguro de si había gritado o había susurrado la pregunta.

-La vieja Caribdis. - Y con una sonrisa de maníaco, Hluot-wig puso el motor a tope de potencia, dirigiendo el sumergible hacia aquella diosa de las profundidades.

Capítulo 3 - El ojo del huracán

Completó otro giro en torno a la torre, apoyándose a cada pocos pasos en la barandilla de la galería exterior para intentar detectar algo entre el suave oleaje del océano. Preocupada, entró de nuevo a la cabina acristalada. No le gustaba que una situación como aquella estuviera más allá de su control, y por el gesto que tenía Fajra, a ella tampoco. Al darse cuenta de que no podía contactar con el sumergible por el cable de comunicación había soltado una maldición y un puñetazo al panel de mando. Había empezado a dar órdenes sin parar tanto al joven copiloto, Niels, que subió raudo de la cubierta al puesto del vigía sobre la torre, como a la oficial de máquinas, Saedir, que sin mediar palabra salió corriendo de la estancia y bajó a los niveles inferiores, donde ya estaba el mecánico Heri, que según Helga dedujo, debía ser el que les había ayudado a aterrizar. Por las palabras de su acompañante, parecía no haber nadie más que ellos cinco a bordo, lo cual era paradójico con el tamaño de la plataforma, pero después de todo, para probar los submarinos no les hacía falta mucha gente.

-¿Cree que estarán bien? - No le importó que se notara su preocupación; no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la Primera Mecánica también lo estaba por el ceño fruncido y la boca apretada.

-El motor y el casco los hemos revisado docenas de veces, eso no me inquieta. - Torció el gesto, sin dejar de mirar por el ventanal de un lado a otro. - Pero es que le puede. Le puede. Tenía que haber sabido que haría eso. Y para colmo, creo que ha cortado el cable de seguridad.

-¿Cómo? ¿Por qué iba a hacer algo así? - Parpadeó, temiendo que el piloto del sumergible fuera un demente, aunque eso le chocaba con todo lo que su compañero de viaje le había contado a lo largo de los años. Dubhghaill era osado, sí, y muy bueno en su campo, quizá el mejor, pero nunca le había parecido peligroso, y esperaba no equivocarse.

-Porque le importa un bledo todo eso, lo único que quiere es acción. Y cuando uno lleva desde los doce años cazando krakens con arpón, no hay muchas cosas que encuentre estimulantes. - Helga tardó unos segundos en digerir aquel análisis hecho con palabras tan duras, y eso sólo le hizo estar más preocupada por Kass. - No le pasará nada, nunca le pasa, pero a veces pienso que hasta le gusta ponerse en peligro. - Fajra resopló. - El mes pasado disparó un arpón autopropulsado a través del casco porque no tenía buen ángulo para dar al kraken. ¡Disparó a través del barco! - Elevó las manos al cielo, clamando. Ella la miraba en silencio, imaginando los malos ratos que le debía hacer pasar alguien así de temerario.

-Me ha parecido ver algo. - El altavoz reprodujo la voz de Niels, sacando a Fajra de su discurso enervado. - Nornoroeste. - Ambas se giraron a su derecha, guiándose por la posición del Sol. Miraron durante unos segundos, y a la vez que el vigía volvía a hablar, ellas también distinguieron algo. - ¡Ha salido a la superficie! Se ve el extremo de la escotilla y va dejando una estela enorme, creo que van a toda velocidad. ¡Vienen directos hacia aquí! Esperad… - Calló unos instantes en los que el resto del mundo pareció enmudecer también. - Llevan algo detrás. - La cazadora se estremeció, quiso pensar que de excitación, de pensar en ver un kraken vivo así de cerca.

-¿Cómo que algo, pegado? ¿¡Cómo van a llevar algo detrás, Niels!? - Fajra se acercó mucho sobre el micrófono del intercomunicador. Si el chico llevaba auriculares, entonces le había dejado sordo.

-No lo sé, pero es grande. No, grande no, ¡enorme! ¿Pero no veis el bulto que hace en el agua? ¡Por todos los dioses, jefa, eso es uno de los ancestrales! ¡Les persigue uno de clase A! - Aún sin saber qué quería decir, Helga supo que no era nada bueno por el miedo que impregnaba las palabras del muchacho.

Pero Fajra no perdió ni un segundo, volviendo a agacharse.

-¿Le habéis oído? - No retiró la mirada del horizonte, en el que se veía cada vez más claro al pequeño submarino correr hacia ellas. - Quiero los acumuladores a tope de carga listos para liberarla a mi señal, ¿entendido? Cuando yo diga, pero ni un segundo antes, Saedir. Y Heri, llena los tanques de flotación todo lo que puedas, hunde la plataforma un par de metros más si es posible.

-¿Estás segura, Fajra? - Ahí había una duda más seria de la expresada por el mecánico en sus palabras.

-¡Sí, haz lo que digo! - Devolvió su atención a Helga. - Si lo que va a hacer es estrellase contra el casco a propósito, prefiero que lo haga en un punto de los niveles justo bajo la cubierta, luego sólo tenemos que volver a alzarla inyectando gas en los depósitos.

-¿Va a empotrar el submarino contra la plataforma? - Descubrió que aquello le provocaba menos temor del esperable. Como si estuviera oyendo otra de las anécdotas del Capitán que Kassius le contaba de vez en cuando.

-No me sorprendería lo más...

-¡Está a punto de pillarles! - Niels gritó una vez más. - ¡Se les echa encima!

Ambas se lanzaron contra el cristal para intentar ver mejor en la distancia que les separaba de la persecución, que cada vez era más cercana. Al instante vieron cómo la punta del sumergible desaparecía bruscamente bajo la superficie a la vez que la enorme ola que le seguía parecía llegar a su posición, aunque sin detenerse. Contuvieron el aliento. El enorme kraken o lo que fuera estaba a sólo unos centenares de metros y aún se les acercaba sin aminorar la marcha.

-Saedir, preparada… - Fajra se acercó al micrófono como a cámara lenta. Helga no dejaba de mirar la ola, creyendo distinguir ahora bajo ella una gigantesca mole oscura y enfurecida. Estaba tan absorta en ella que cuando el submarino salió a la superficie tardó unos instantes en darse cuenta de que lo había hecho por completo. La Primera Mecánica en cambio reaccionó al instante. - ¡Ahora!

Mientras la pequeña nave se encontraba en el aire, describiendo una trayectoria que Helga encontró irreal, algo sucedió que hizo que la ola colapsara en parte justo cuando la criatura estaba casi encima de ellos. Una señal se iluminó en el gran panel, y así supo que habían liberado la carga estática que protegía el casco frente a ataques de seres marinos. La electrificación del exterior de la embarcación y del agua que les rodeaba no se podía mantener durante mucho tiempo, pero según había oído era enormemente eficaz contra los krakens, ya que afectaba a su delicado sistema nervioso. No obstante parte del movimiento les alcanzó, y por primera vez la plataforma pareció no estar anclada al suelo del océano, balanceándose notablemente. En medio de este bamboleo, el sumergible fuera de su elemento aterrizó con un ruido terrible de metal contra metal en el extremo de la cubierta contra el que se había dirigido todo el tiempo, rebotando un poco y arrastrándose luego por la superficie de acero pintado, en la cual iba dejando una profunda cicatriz.

Las dos se acercaron todo lo que pudieron a la gran ventana mientras contemplaban el penoso recorrido del prototipo, intentando estimar si se detendría a tiempo o volvería a caer al agua del otro lado del barco. Los últimos metros fueron pasando, cada vez más lentamente. El espantoso chirrido que había acompañado el fin del viaje desapareció, y con él cesó el movimiento, a sólo unos palmos del borde de la plataforma. Suspiraron con alivio y echaron a correr escalera abajo sin mirarse siquiera.

Fajra llegó a la cubierta la primera, pero se detuvo cerca de la puerta de la torre. Helga en cambio siguió corriendo hasta llegar junto a la malograda máquina justo cuando una escotilla lateral de emergencia se abría hacia fuera. Al primero que vió asomar por ella, con gesto triunfal en su rostro curtido, fue a Dubhghaill.

-¡El Pez Volador! ¡Así le voy a llamar! - Rio pletórico mientras intentaba salir de la cabina por el hueco, que era demasiado pequeño para su gran estatura. Cuando por fin pisó fuera, se irguió e inspiró hondo, tendiéndole la enorme mano al instante. - Usted debe ser Helga von Soltau, mucho gusto.

-Igualmente. - Ella le respondió casi maquinalmente, sin hacerse cargo aún de lo extraordinario de la situación, intentando encararla con naturalidad. - Conocí a su hermano Gunnar hace poco, por cierto. Me pidió que le diera recuerdos de su parte si le veía.

-¿Si? ¿Y cómo le va con sus krakens del aire? - El Capitán le señaló con un movimiento de la cabeza hacia el interior, sin esperar la respuesta. - El señor Folkvanger creo que va a necesitar ayuda para salir.

En ese momento la mano enguantada de Kass se apoyó en el marco de la portilla de salida, seguida luego por el resto de él. Helga no recordaba haberle visto con tal mala cara en mucho tiempo. Estaba blanco como el papel, con los ojos desorbitados. Se apresuró a ayudarle a salir, aunque él rechazó en parte el gesto, pidiéndole espacio para poder respirar. Dieron un par de pasos alejándose del vehículo estrellado.

-¡Fajra!, ¿lo has visto? - Hluot-wig se dirigía a la mecánica, que no se había movido de su sitio junto a la puerta de la torre en todo ese tiempo y le miraba con franco enojo. - Ha sido fantástico, esta vez te has superado. ¡Vuela! - Soltó una fuerte carcajada. - ¡Y qué maniobrable! Suave como la seda, es un placer llevarlo. - No dejó de acercarse a grandes pasos a ella. - No han funcionado los arpones, pero bueno. Y quizá podíamos intentar aumentar algo la potencia, la vieja Caribdis ha estado a punto de pillarnos un par de veces.

Llegó junto a ella, y desde la distancia, Helga vio que el gesto de enfado en la Primera Mecánica iba creciendo, cada vez más frío y condensado. Siguió andando sosteniendo a Kassius mientras éste iba recuperando el equilibrio y el color. De repente, como un resorte que se activa, Fajra le soltó al marino una sonora bofetada a toda velocidad que les hizo detenerse en el sitio a ambos. Dubhghaill la acusó llevándose la mano a la mejilla pero sin decir nada en absoluto.

-Has cortado el cable. - Aquel reproche podía atravesar paredes por el tono empleado.

-¿Qué? Pues claro. ¿Cómo iba a probarlo con eso enganchado? - Seguía cubriéndose el lugar del impacto. - Necesito libertad de movimientos, y además, es muy corto. - Helga no le veía la cara a él, pero le bastaba con ver la de Fajra. - Perdona por lo del submarino, no sé si será recuperable. - Señaló por encima del hombro.

-¡A la porra el submarino! - Con esa mirada podía taladrar a una persona normal, y tenía los puños apretados como si fuera a volver a golpearle en cualquier momento.

-Lo siento. De verdad. - Fue a colocarle una mano en el hombro, pero se detuvo a medio camino. - ¿Por qué estás tan enfadada?

-Me tenías preocupada. - Aún con la diferencia de altura, ya que Dubhghaill le sacaba una cabeza a prácticamente cualquiera, Fajra no dejó de reprimirle con dureza, acercándose más a él. - No vuelvas a hacerlo. - El cazador de krakens se inclinó poco a poco hacia el rostro de ésta, dándoles aún la espalda a sus silenciosos espectadores.

Kassius fue a decir algo, levantando una mano para enfatizar aquello que estuviera pensando, pero no llegó a abrir la boca porque un codo se hincó en sus costillas por segunda vez en el día. La mirada que Helga le dirigió fue sumamente significativa, y por una vez, éste comprendió rápidamente la situación. En el silencio que cayó entonces en la cubierta, ambos se volvieron discretamente para dejar que la Mecánica y el Capitán arreglasen sus diferencias con un beso mecido por las olas del mar.

Dedicado a Fajra y Hlout-wig.