15 de agosto de 2017

Espíritus celestiales

Queridísima madre:

Finalmente los esfuerzos de padre por complacer al Khan de Kokand dieron sus frutos, y nos permitió acompañarle en la ceremonia anual de bienvenida a los dioses, una tradición que data de tiempos inmemoriales en la que los pueblos nómadas de la región guían, montados a caballo, el vuelo de los enormes krakens del aire en su tránsito desde las montañas de Asia Central hacia los fríos desiertos polares siguiendo los fuertes vientos del verano que se aproxima. Cada año el soberano permite que un reducido grupo de dignatarios le acompañe en la barquilla de su dirigible personal volando junto a estas criaturas que los pueblos de las estepas veneran como espíritus celestiales ya que jamás tocan la tierra. A diferencia de la cabalgata, esta costumbre es relativamente reciente, ya que fue instituida a finales del reinado de su antecesor en el trono, cuando aparecieron las primeras aeronaves y el entonces Khan encargó el que fue su buque insignia para, en un alarde de valor y vanidad, situarse al mismo nivel que sus deidades.

Nunca había visto un espectáculo tan sobrecogedor. Ojalá pudiera transmitirte la sensación de humildad que se siente al contemplar tan de cerca un kraken del aire, con su enormidad y majestuosidad sin comparación, y más aún cuando se trata de toda una procesión de ellos. Guiándose por las corrientes que se encauzan con fuerza por los anchos valles que se abren hacia tierras kazajas, éstos se deslizan no como veloces pájaros, sino aprovechando su flotabilidad natural y propulsándose con movimientos coordinados de todos su tentáculos. Su tenue y liviano cuerpo cuenta con varios órganos llenos de gas que actúan como tanques de flotación que estos seres dilatan o contraen a voluntad para cambiar su densidad en comparación con la del aire. Las personas no hemos inventado nada en realidad, todo ha sido antes creado por la Naturaleza.

Los especímenes más habituales superan los ochenta metros, con los más ancianos y por tanto mayores, ya que nunca dejan de crecer en su vida, rozando el medio millar de metros, unas dimensiones que se me antojan irreales por completo en cualquier caso. Muestran una coloración verde y una superficie rugosa que recuerda a rocas cubiertas de musgo, en lo que muy probablemente sean colonias de algas simbióticas que nutren al cefalópodo a cambio de la humedad de las nubes que puede atravesar sin acusar los impactos de los rayos, y de la luz del sol que recibe a las fantásticas alturas que es capaz de alcanzar, por encima de cualquier globo o artefacto ideado hasta la fecha. Esto sin embargo sigue sin dar explicación a la existencia de una boca en la base de sus extremidades cuya finalidad no queda clara aún, ya que sólo se tiene constancia de dos cuerpos que hayan podido estudiarse, aunque no de manera rigurosa, en lo que va de siglo. Lo que por desgracia nunca ha podido ser descubierto es su método de reproducción.

Pero lo más sorprendente, y eso es algo que no podía entender hasta haberlo presenciado, es que no son meras bestias salvajes, como se afirma por analogía con sus parientes marinos. No, hay un brillo en sus ojos que denota una inteligencia profunda y antiquísima, y miran con una extraña mezcla de curiosidad e indolencia. En el momento álgido de la ceremonia, en la que padre, mis hermanos mayores y yo misma tuvimos el honor de participar, la nave del Khan se eleva rápidamente hasta alcanzar la altura excepcionalmente baja a la que vuelan las criaturas al pasar sobre las praderas, y entonces, como si éstas la reconocieran como una de ellas, cesan su movimiento y únicamente flotan a su lado, dejándose acompañar por el dirigible, que no es mucho mayor que la más pequeña de ellas. Quizá por estar pintado en colores similares a los suyos, dorado y verde, lo identifican como una cría y pasan a moverse con suavidad a su lado, para evitar hacerle daño. O quizá realmente reconocen que esa nueva figura en el cielo es algo ajeno a ellas pero que igualmente tiene derecho a compartir sus dominios. Puede que únicamente nos toleren como una persona puede no molestarse por una hormiga que sube por su mano, lo cual es inquietante, pero lo cierto es que ninguno de los krakens hizo ademán de atacar o acercarse demasiado a nosotros. Luego simplemente, después de ese momento de armonía, la nave desciende de nuevo y los dioses, como dijo el Khan siguiendo la plegaria ritual de agradecimiento, continúan su camino después de bendecir una vez más a su pueblo.

Te escribo estas líneas desde Taskent con la esperanza de que te lleguen a través del correo imperial del Zar, ya que nosotros debemos continuar camino hacia Isfahán, desde donde espero volver a enviarte noticias de nuestro viaje, y donde muy probablemente me encontraré para mi decimoquinto cumpleaños. Yo mientras tanto soñaré cada noche con estos reyes celestes, las más magníficas criaturas que jamás vi.

Tu hija que te echa de menos,

Helga.

1 comentario:

  1. Ha sido una buena idea hacer esta recopilación de todos los relatos. Ahora,a seguir ampliándola.

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