13 de septiembre de 2017

Un error de concepto

Selminne Cespari no estaba teniendo un buen día. No hacía más que dar vueltas por su despacho mientras los demás la observaban en silencio. Al otro lado del alto ventanal reforzado, la gente de Krakensport se refugiaba del clima lluvioso tan típico de las Islas Feroe en esa época del año.

-No nos basta con perder barcos a manos de las presas, no, - sin mirar a nadie en concreto, agitó todos los dedos en un movimiento reflejo al referirse a los tentáculos, una costumbre extendida entre muchos empleados, como una superstición - sino que ahora también tenemos en escena a un grupo de ecologistas radicales para facilitarles el trabajo.

-Se hacen llamar Plataforma Pro Kraken, Minne. - Desde su cómoda butaca en un lateral de la estancia, Cristina Souto dió un sorbo a su sempiterno café, que formaba ya parte de su imagen: cada vez que alguien iba al departamento de Relaciones Públicas, allí estaba ella con su taza humeante.

-¿Qué más sabemos de esos locos?

-Otros oficiales comentan desde hace meses que han divisado su pequeña flota siguiéndoles en la lejanía. - El fornido marino de poblado bigote retorcía en sus manazas el gorro de lana con el que solía cubrir su calva. - A veces se acercan con pancartas, otras veces gritan por megáfonos, pero nunca se habían atrevido a tanto.

-No había salido en ninguno de los informes periódicos. - La mirada furibunda que les dirigió al capitán y su joven tripulante les hizo hundirse en sus asientos. - ¿Por qué?

-Si me disculpan - intervino Souto, tratando de relajar el ambiente - voy a empezar a redactar la nota de prensa. - Pulsó un botón en su autómata escribano, a efectos prácticos una máquina de escribir con orejas, e inició su relato:
El pasado 3 de mayo el navío de nombre Furioso de la Compañía del Atlántico Norte sufrió un abordaje hostil por parte de un grupo autodenominado Plataforma Pro Kraken, que exigieron detener inmediatamente las labores de pesca habituales.
El texto empezó a aparecer por una rendija a la vez que el dispositivo montado en un soporte con ruedas traqueteaba y tintineaba.

-Mis hombres se resistieron con fiereza, señora directora, pero una vez que amenazaron con hundir el buque con los cañones de sus interceptores yo mismo di la orden de deponer las armas... - No parecía orgulloso de lo que había hecho en absoluto, y demostraba ser consciente de la fama de la responsable de Recursos Humanos de la Compañía, por lo que intentaba aplacarla todo lo posible. Era llamativo ver al hombretón encogerse frente a la menuda mujer de pelo castaño y anteojos estrechos.

La jefa de Relaciones Públicas retomó el dictado:
El colectivo, dedicado a la supuesta protección de los krakens como especie, amenazó a los empleados de la Compañía con todo el potencial de fuego de sus barcos, obligando al capitán del navío a ceder el mismo para salvar la vida de los tripulantes. Todos ellos fueron obligados a abandonar el Furioso en los aerobotes de salvamento.
-Y eso me parece la mejor respuesta posible, capitán Haraldsson. - Alzó una mano para cortar las excusas del hombre. - Desde la Compañía no se puede poner tacha alguna a su actuación, sólo lamentar la pérdida del Furioso.

-Le tenía cariño a ese barco… - El capitán dejó la frase en el aire.

-Lo importante es que ningún empleado resultó herido en el incidente, Minne. - Replicó Souto, incidiendo en la reputación de la empresa. Aprovechó para dar otro sorbo a su taza a la vez que se apartaba un rizo dorado de la frente.

-Sí, por supuesto. - Pero siguió dando paseos de un lado para otro por el despacho, como una tigresa enjaulada.

Un trueno lejano llegó desde el exterior, aunque no habían visto ningún destello. El muchacho que acompañaba al veterano cazador se sobresaltó en la silla. Maark Joensen, creyó recordar la directora, una incorporación reciente. Parecía haber quedado afectado por el incidente, aunque tampoco podía culparle, ver a un kraken en toda su gloria en su primer día a bordo… contemplar la muerte tan de cerca podría traumatizar a cualquier feroense adulto a pesar de haber crecido en islas rodeadas de ellos, más aún a un chaval impresionable.

-Menudo puñado de imbéciles, - soltó Cespari tras detenerse de espaldas a la lluvia - ¿qué demonios se piensan que son los krakens, delfines que acompañan alegremente a los barcos, ballenas que salen a respirar a la superficie? Son bestias salvajes y agresivas que sólo emergen para cazar. Como si lo viera, seguro que son todos jóvenes idealistas que no han vivido la época del terror en el mar.

Cristina Souto sonrió al imaginar cómo embellecer aquellas palabras:
Aún admirando el arrojo de los secuestradores y el apego por sus convicciones, esta Compañía quiere incidir en la peligrosidad de su labor para sus empleados, y recordar que hasta la aparición de las tecnologías modernas, el mero tránsito del Atlántico era una empresa riesgosa en grado sumo.
La principal redactora de noticias de la CAN se detuvo y les miró expectante, levantando el dedo del pulsador. Luego preguntó, con curiosidad:

-¿El barco tenía los acumuladores cargados por si acaso, no? ¿Les avisaron, verdad?

-Por supuesto, y aquí el chico se lo podrá confirmar, partió en el último bote conmigo. - El aprendiz asintió rápidamente, ansioso por aportar algo a la reunión. - Pero el líder de esos rufianes insistió en que bajo ningún concepto iban a atentar contra un kraken.

-Así es, directora. - La voz del joven sonaba nerviosa, pues apenas había transcurrido una jornada desde el encuentro y aún estaba parcialmente en estado de choque. - El capitán Haraldsson les advirtió en repetidas ocasiones que estábamos en una zona peligrosa y que ya se habían lanzado los señuelos de caza.

-¡Dijeron que a ellos no les harían nada los krakens! Chiflados de secano… lunáticos todos, se lo aseguro.

-El que los dirigía aseguró que los krakens saben diferenciar amigos de enemigos. - Puntualizó Joensen.

-¿En serio? - Cespari les miraba como si acabaran de cruzar a nado el océano con un sólo brazo mientras cantaban ópera. - Están peor de lo que pensaba.
Los asaltantes quedaron al mando del navío, negándose a emplear el instrumental a bordo para asegurar la integridad del mismo, algo que desde la Compañía se rechaza completamente por temerario.
-¿Están seguros entonces de que no quedó ningún superviviente?

-Ni por asomo, imposible, era un Bestial de los grandes. - Haraldsson negó, y el chico le secundó enfáticamente. - Agarró el barco por tantos sitios a la vez que lo sumergió entero, sin romperlo. Vimos perfectamente todo desde el aire. No hay manera de que nadie escapara la succión que eso genera al descender. Y si lo hizo, quedó flotando en mitad del océano, que estando a 250 kilómetros de las islas como estábamos es una condena segura.

Cespari entendía perfectamente la reacción del muchacho, debió ser una visión espantosa.
La Compañía del Atlántico Norte lamenta el destino de los miembros del colectivo PPK (Plataforma Pro Kraken), que después de expulsar del barco a toda su tripulación original, sufrió el ataque de un kraken de clase B1. Los esfuerzos de salvamento de la CAN no permitieron recuperar ningún cuerpo o superviviente.
Hizo una pausa antes de proseguir. Todos eran conscientes de que la expedición de rescate lanzada de inmediato no había estado destinada a salvar a los poco probables supervivientes, sino a recuperar todo lo posible del naufragio.
Se lamenta igualmente el triste error de concepto demostrado al pensar que los krakens puedan discriminar las intenciones de los humanos con los que se encuentran. La CAN confía en que esto sirva de muestra del comportamiento real de estas peligrosas bestias marinas en futuros debates al respecto.
-Es suficiente, Cristina. - Miró resignada a la otra antes de dirigirse a los testigos. - Pueden marcharse, Capitán. Descansen, usted y toda su tripulación. En los próximos días les asignarán otro buque para retomar las expediciones lo antes posible. - No le pasó por alto la reacción del novato, que se quedó blanco. Tampoco le sorprendió que permaneciera en la silla aún cuando el veterano ya se había levantado y despedido de ambas, dando por sentado que el aprendiz le seguiría en breve.

-¿Señor Joensen? - La redactora le preguntó con educación, sosteniendo la ardiente taza sobre su platillo.

-¿Tiene algo más que contar sobre el incidente?

-Yo… - Pero no levantó la vista de sus pies.

Cristina miró a la directora con una sonrisa amable, como pidiéndole permiso para lo que iba a decir.

-Sospecho que este joven se sentiría más confortable y comprometido con la Compañía en un puesto más… administrativo.

-¿Hay de eso? - Alzó la mirada esperanzado.

-Pero estaría usted muy lejos del mar, señor Joensen. - Cespari le miró severa. - ¿No se alistó deseando surcar las olas?

-Bueno, yo…

-Creo que ha tenido una revelación esta mañana, Minne, y ahora tiene más clara su vocación. Un cambio de rumbo, me atrevería a decir.

El muchacho asintió vehemente, confirmando las palabras de la mujer.

-Está bien - concedió la otra - dígale al secretario cuando salga, el de la mesa grande, que he dado orden de que le coloque en tramitación de pedidos.

-¡Gracias, señora directora! - Y con una reverencia se marchó a la carrera, cerrando la puerta tras de sí con cuidado en el último momento.

Ambas se miraron y suspiraron. Ya eran muchos años juntas en la empresa, muchas situaciones como aquélla.

-Cada vez cuesta más encontrar personal cualificado y con buena disposición, Cris… - Reprochó Cespari, cansada. - No podemos hacer eso con todos, no es sostenible.

-¿No hablamos siempre de la promoción personal y las posibilidades de rotación en nuestros anuncios de selección? - Soltó una risita baja, acostumbrada a darle la vuelta a las cosas para pintarlas más atractivas de lo que eran en realidad. - A éste le ha pasado como a los del PPK, se lanzó sin tener una idea clara de dónde se metía, pero ha tenido ocasión de enmendar su error sin tener que ponerse cara a cara con un B1, le ha bastado con verlo de lejos. - Guiñó un ojo y se puso en pie sin soltar su café. - Anda, voy a sacar copias del comunicado y enviarlo a las sucursales en tierra seca y a los contactos en la prensa. A ver si hay suerte y lo primero que sale es nuestra versión. - Agitó la hoja que había sacado del cuerpo del escribano. - Y esta noche, nos dejamos a los chicos en casa y bajamos las dos al bar. ¿Una hidromiel en memoria de esos suicidas abrazapulpos?

-Hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las críticas, comentarios y sugerencias son siempre bienvenidos. Los comentarios se moderan para evitar spam.